Asistimos a un final de etapa. Lo antiguo parece condenado, pero se resiste. Y lo nuevo no acaba de triunfar. Los dirigentes políticos llegan tarde a todo. No dan solución rápida ni contundente a los casos de corrupción. Se deja pasar el tiempo de forma ominosa en escándalos como el de Cristina Cifuentes, para que al final todo estalle por un vídeo sórdido llegado desde lo más profundo de las cloacas.
Se responde a sentencias judiciales que escandalizan a la gente, como la de la Manada, prometiendo que se cambiarán las leyes, sin un objetivo claro, y en medio de grandes convulsiones sociales y políticas. Y el gobierno responde a la reivindicación de los jubilados subiendo las pensiones para no perder el poder, cuando hace una semana se aseguraba que no había un euro disponible. No hay rumbo. Y, aún peor: la sensación es que vamos a la deriva.