Roth, como las actrices porno que fueron a colegio de monjas, son la demostración de que la influencia del colectivo no siempre incide en el desarrollo de tu talento individual. Que si te fijas es la tesis del PP: "somos el partido que más lucha contra la corrupción", pero, mala suerte, nos han salido tantos ladrones que Alí Babá perdería la cuenta.
El último en la nómina de la vergüenza es Eduardo Zaplana, cuya caída me ha sorprendido. No porque creyera en su integridad, sino porque a estas alturas ya confiaba en que burlaría a la Justicia. Siempre hubo sospechas de que Zaplana blanqueaba dinero al mismo ritmo que bronceaba su piel, pero los rumores nunca se convirtieron en imputaciones.
Hasta esta semana, justo cuando se cumplen tres años de aquella lúbrica promesa del yonqui del dinero: "Va a salir mierda a punta pala". Efectivamente, nos hemos cubierto de heces hasta las orejas. Y sabemos que de un hogar sin casi libros puede nacer un escritor, pero la pregunta es si de una clase política enfangada podrá surgir algún día un Gobierno decente.