Ramón, de Granada, nos habla de uno de los maestros que tuvo a sus 10 años. "Todos los días tenía que darnos leña", asegura. Recuerda que en la clase tenían un mapa de España en el que cada provincia o ciudad estaba representada por un producto típico del lugar, y cuenta que una vez que le preguntó dónde estaba Jaén, él contestó "aceite puro de uva". "Me dio un guantazo...", rememora.
Para Guillermo de Madrid la vida con los docentes era las 24 horas al día. "Mis padres lo eran y vivíamos en la vivienda de profesores, así que cuando volvía del colegio a casa me los encontraba a todos", explica. Y recuerda que en un homenaje que le hicieron a su padre, uno de sus ex alumnos le llevó unas yemas de Ávila, para compensar una trastada de la infancia: "Resulta que hace años en un viaje de estudios las había comprado para mi madre pero los alumnos se las robaron y se las comieron".
Y desde la capital nos llama también Elisa para contar la historia de su hija, que nació con parálisis cerebral. "Nos dijeron que iba a ser tonta toda la vida", señala, y añade que "ahora es profesora de educación especial y fisioterapeuta". Asegura que el error fue meterla en un principio en un colegio que no atendía a niños con discapacidades, pero que por suerte pudieron cambiarla a uno bueno. "Ahora es profesora para que los niños con problemas logren salir adelante como ella", explica.
Nos acompaña además Pilar Montero, profesora y autora del libro '¡Está ardiendo una papelera! Diario de una directora de instituto'.
