El drama principal de Valencia lo llevas tocando y presentado hace más de un mes y no tiene competencia, pero detrás de las cosas importantes, y a distancia, lo de su club de fútbol quita también un buen puñado de pulsaciones.
Olvidadísima la época de las Ligas, de las eliminatorias Champions, de las Copas que manteaban entrenadores. Bajo la tiranía de Peter Lim, recortes, penurias y futuro oscuro sin hoja de ruta clara. El inminente 2025 puede ser el del temido descenso y para multiplicar la desgracia, las posibles miradas de ayuda están focalizadas en las cosas del comer, del trabajar y del prosperar tras esa infausta DANA.
Por arriba el campeonato se sigue retroalimentando en emoción duradera: el Barça vuelve a renquear y Flick ya sabe lo que es gesticular mucho y acabar expulsado. El Madrid vuelve a resucitar de la mano de un Bellingham que lidera y manda aunque ya sin sonrisa, se ha hecho osco desde que lleva una armadura de nylon por su hombro. Atlético y Athletic a rebufo y con colmillo ‘afilao’. En nada llegará la lonja de invierno en la que algún director deportivo buscará género fresco aunque lleve algún “tiempito” congelado.
Presente e incombustible un deportista único que sigue forjando su leyenda: Jakob Ingebrigtsen, espigado atleta noruego cuyo cuerpo encierra mucho más de lo que aparenta. Ayer se llevó su tercer oro en el Europeo de Cross. Vuela sobre el barro, campo a través, en pista con gradas, eso le da igual. Su obsesión por trotar le ha llevado a plantear su machada: quiere dejar el legado de 10 récords del mundo en diferentes distancias. Tiene ya el 2000, los 3000 y la doble milla. Eso sí, el año que viene, su carrera más dura: juicio contra su progenitor al que acusa de malos tratos. Tipo duro.