Se queda atrás un finde, pero sin fútbol de primera que nos medio obligó a testar otros campos de entretenimiento. La opulencia y la ostentación marcaron el espectáculo que montó Piqué en el Camp Nou. Reunió a 92 mil chavales con sus progenitores, rodeados de su música, sus iconos, sus consumos sociales. La cosa deportiva era el aderezo. El fútbol 7 que encumbran no tiene peso ni calidad, pero el envoltorio sirve para llenarte el ojo y el campo más grande de España.
Mucho mérito, pero cuidado, entre las pipas, las cervezas, las hamburguesas y las bebidas energéticas de sabor incalificable que patrocinaban el acto no sé si estamos lanzando en tromba un mensaje atronador de hábitos no saludables a un público muy influenciable. Piqué ha hundido la Copa Davis de Tenis y necesita facturar, que diría Shakira, pero no a costa de nuestros jóvenes. ¡Ah! Aragonés y Laporta culebreando en el palco.
A todo esto, nuestra Selección empezando con goles el camino a la Eurocopa, pero intentando no alargar la transición. Ahora queremos especular menos y tirar más y cambiar de "disco duro" requiere su tiempo. Los elegidos han calmado muchas voces críticas y así, sin ruido de fondo, puede haber calma para trabajar. Mañana a pescar en Escocia.
La controversia más ruidosa nos llegó desde Portugal con la carrera de MotoGP. Nuevo formato para revitalizar las dos ruedas pero a costa de meterle más presión al piloto: menos preparación, más competición. Márquez hizo pole, el sábado compitió y ayer se descontroló llevándose por delante a un par de compañeros. No es la primera vez que actúa de kamikaze y por eso ayer en su cuello tenía más marcas que en su brazo. Lo raro es que tiene 30 años y 8 mundiales. A estas alturas hay que venir ya con el ímpetu "domao" o dejárselo a Alcaraz, que está en edad, como vimos anoche en Miami.