Anoche teníamos dos propósitos con la Selección: meternos en la final de la Nations y que a Luis de la Fuente se quite esa cara de interinidad que tiene. Lo primero lo conseguimos, sufriendo y asumiendo que somos un equipo imperfecto que sigue en estado de cocción. Que tiene buenos jugadores pero no determinantes. Que fabrican minutos intensos que combinan con errores algo inexplicables.
Y lo del seleccionador, a tenor de las evaluaciones de expertos y público en caliente, dependerá del domingo. De si con 4 partidos puede conseguir un título inédito o de si otra vez los planteamientos incompletos nos dejan sin confeti. Me llamó mucho la atención la efusividad final, la piña, los abrazos, los frotes y la foto en el fondo de la afición española. Muchas ganas de hacerlo bien. Aunque a veces eso no baste.
Estamos en los estertores de la temporada y arrecia la tempestad arábiga. Los discípulos del príncipe heredero Bin Salman (que además es primer ministro) han desplegado cientos de cañas para pescar futbolistas. Como cebo no se han roto la cabeza: fajos gordos y cuantiosos. Y por cada “no” que reciben, nueva descarga de sedal en otro vestuario. El plan pasa porque los 4 principales equipos saudíes tengan el 75% de capital estatal. O dicho de otra manera… presupuesto infinito. Lo de las ejecuciones, detenciones, violaciones de derechos y demás, queda pospuesto.
Hablando de billetes, 875.000 euros tenía de bonus Pep Guardiola por ganar la Champions. Y ha decidido repartirlos entre los empleados del City. Algún “jeiter” de esos pondrá sus pegas. Como el mundo se equilibra, a un gesto noble le compensa otro de signo contrario: 24 corredores descalificados del Giro sub23 por agarrarse a motos y coches en pleno ascenso. Un dopaje sin jeringas. Parecido a lo de Macron con Mbappé, amigo Carlos, una simple “ayudita”…
