Luis Guash, director del Centro de Recursos Fitogenéticos del INIA-CSIC, o también el "guardián de las semillas españolas". El Centro de Recursos Fitogénicos está en Alcalá de Henares, Madrid, donde se custodian unos 45.000 cultivos de semillas diferentes.
¿Qué es un banco de semillas?
En total, en España hay 37 bancos de semillas o plantas frutales, pero la copia de seguridad de esas plantas en forma de semillas se encuentra en Alcalá. "El problema es distinguir qué es realmente diferente y qué merece la pena conservar", cuenta Luis sobre el trabajo que supone mantenerlas vivas.
Para mantenerlas con vida, hay que ponerlas en papel humedecido o en arena si pierden vigor o se acaban, puesto que "no viven eternamente". Cuando hay mucha demanda de una variedad de semillas, "se llevan al campo, se multiplican y se vuelve a llenar el bote", explica.
La semilla más antigua es de 1901, un trigo de Albacete que recolectaron unos investigadores americanos y se la llevaron a Estados Unidos. "En 1992 se repatrió a España porque aquí ya no existía esa semilla en concreto", dice Luis. También, la más antigua recolectada en España por españoles es de 1929.
¿Cómo surgieron los bancos de semillas?
En aquel momento no existía un banco de semillas como tal, sino que existía el oficio de "mejoradores", que trabajaban por mejorar los cereales que había y "pedían a los pueblos que les mandaran copias". En los años 70 se dieron cuenta de que el hecho de que mejoraran las variedades hacía que las variedades antiguas se dejaran de usar, por lo que la fuente de esa variabilidad iba desapareciendo.
Así, "se hizo un esfuerzo a nivel mundial de recolectar variedades" y se creó la estructura de bancos, basada en las colecciones de los mejoradores.
¿En qué consiste la recolección de semillas?
Lucía de la Rosa, recolectora de semillas del Centro Nacional de Recursos Fitogenéticos (CRF), va de pueblo en pueblo recolectando semillas. Primero, realizan un estudio para comprobar qué semillas están guardadas y deducir cuáles no están en los bancos. A partir de ahí, conectan con instituciones relacionadas oficialmente con la agricultura como las Consejerías de Agricultura o Centros de investigación.
Estas oficinas conocen a la perfección a los agricultores de cada zona y lo que cultivan cada uno. "Vamos de pueblo en pueblo para hablar con los agricultores y traernos las semillas que ellos libre y voluntariamente nos quieren dar para guardar", cuenta Lucía sobre su trabajo.