Muchos jóvenes empiezan a trabajar en verano en empresas relacionadas con sus estudios universitarios o de formación profesional. Para hablar de los becarios, entrevistamos a Antonio León, Doctor en Psicología por la Universidad de Murcia que está especializado en condiciones laborales. A todos los que comienzan su carrera laboral, Antonio les recomienda "abrir bien los ojos". Lo fundamental es tener intención de aprender, observar y saber dónde moverse.
Por otro lado, también es complicado ser jefe o jefa de becarios, pues éstos esperan ser eficaces en algún momento. "Hay que mandarles tareas adecuadas a su nivel y capacidad, y saber enseñarles", explica Antonio que añade que el rol del jefe como formador se valora muy positivamente. Muchos jefes justifican el hecho de ser más duros con los becarios como método efectivo para enseñarles. Antonio considera que "hay que ser duro con el problema y blando con las personas" porque no se puede humillar o machacar a los trabajadores porque eso no lleva a ningún lado. Sin embargo, la exigencia sí es conveniente, por lo que se debe llegar a un equilibrio entre ambas actitudes.
Ser becario en Atapuerca
David Ruah está ahora mismo en prácticas en Atapuerca, en Burgos, yacimiento donde se han encontrado, ni más ni menos, algunos de los restos de seres humanos más antiguos de la Península Ibérica. David es estudiante de Historia y Patrimonio en la Universidad de Burgos y actualmente trabaja como becario investigando en el yacimiento de la Sima del Elefante.
Durante seis horas David hace trabajo de campo con las herramientas para descubrir restos en la tierra y después, pasa otras dos horas en el laboratorio analizando los restos encontrados. Normalmente, si la excavación es histórica, como puede ser una ciudad romana, se utilizan herramientas "más contundentes" como palas, picos, carretillas, etc. Sin embargo, en este caso, como la excavación es más delicada, puesto que tiene un millón y medio de años y se trata de la más antigua de Europa, utilizan brochas, pinceles o destornilladores. En concreto, David trabaja en un yacimiento a 20 metros bajo tierra donde hay un microclima frío.
En su primer día de trabajo, recuerda que empezó nervioso y que sus mentores le enseñaron a manejar los diferentes instrumentos. En las primeras semanas, a pesar de trabajar mucho, no encontraba ningún resto y eso, en ocasiones llegaba a desmotivarle. "De momento esto me gusta, pero no sé qué me deparará el destino, me gusta también el hecho de poder ser profesor o trabajar en museos", cuenta David.
Becaria de ópera
Juliane Stolzenbach es becaria cantante de ópera soprano en el Teatro Real. El año pasado acabó su carrera profesional como graduada en Música y con un Máster en Ópera y Cantante de Conciertos. Con la pandemia, no había prácticamente ofertas laborales, por lo que se apuntó al Programa Crescendo, impulsado por el Teatro Real para motivarse y tener algo que hacer. "Acabé mi carrera, pero ahora estoy intentado encontrar contratos", dice Juliane sobre su incierto futuro.
Empezó a recibir clases de canto musical con 13 años, pero su abuela le mandó un disco de una de las sopranos más famosas del mundo y ella, al escucharla, supo que quería ser capaz de cantar así. Así, a los 14 años decidió cambiar al canto lírico. El entrenamiento de canto, dice Juliane, es muy difícil y lo compara con los atletas profesionales. Además, "nuestro instrumento es nuestro cuerpo, por lo que tenemos que cuidarlo mucho".
De todos los teatros del mundo, le encantaría cantar en el Teatro Real porque ya siente que todos los trabajadores que forman parte del teatro son parte de su familia: "A pesar de que este es un mundo muy competitivo, en el Teatro Real todos son muy amables, hay una energía muy positiva", explica Juliane.