Un millón cien mil personas fueron asesinadas en el campo de exterminio de Auschwitz. Cómo se llora el asesinato masivo de más de un millón de personas en uno sólo de los rincones que hubo para la ignominia. Cuántas velas se encienden. Cuántas plegarias se rezan. Cómo se honra a las víctimas, cómo se recuerda la injusticia que soportaron…la soledad, la impotencia. Para estas preguntas, no tiene respuestas una mujer que estuvo allí, un persona llamada Filomena.
Estamos escuchando la voz de supervivientes de Auschwitz, supervivientes de un lugar donde las duchas emanaban gas cianuro. Para ellos, sus nombres son importantes después de que durante un tiempo terrible sólo fueran números.
David Wisnia y Helen Spitzer se conocieron cerca del crematorio del campo de exterminio de Auschwitz. Era el año 1943. Ella pidió a otro prisionero que le presentara a David. Helen era una reclusa diferente. Los nazis aprovechaban sus conocimientos en diseño gráfico y que hablaba perfectamente alemán pese a ser polaca. Por eso, llevaba chaqueta, estaba limpia y olía bien. Helen tenía 25 años; David, sólo 17. Ambos eran prisioneros judíos y los dos tenían privilegios. A los soldados de las SS les gustaba que David entonase canciones alemanas.
Helen y David, se veían en secreto, se amaban furtivamente en un escondite entre los crematorios 4 y 5. Los dos sabían que aquella situación estaba poniéndoles en serio peligro. Pero, aquella pasión les hacía sentir vivos estando rodeados de muerte.
Helen nunca fue colaboradora nazi, no fue una de aquellos que vigilaban a otros prisioneros judíos. Las SS se percataron de las capacidades intelectuales de Helen y se aprovecharon. En Auschwitz, se sabía que ella usaba su posición para ayudar -cuando podía- a quienes les merodeaba la muerte. David cantaba cuando se lo pedían y el resto del tiempo desinfectaba la ropa de los muertos para los siguientes que iban morir. Una tarde, en 1944, hablaron de que quizá aquella vez sería la última. Los nazis habían incrementado los fusilamientos. Y en aquel instante se prometieron que acabada la guerra se reunirían en Varsovia, se buscarían en un centro comunitario.
Terminada la guerra, los dos -después de una sería vicisitudes largas de contar-…los dos acabaron viviendo en Estados Unidos; pero, cada uno por su lado. Los dos se casaron con otras personas.
Los dos seguían siendo supervivientes y quizá por eso los dos se quedaron viudos. Un día, David, que por otro prisionero sabía dónde estaba Helen…un día fue a visitarla acompañado de sus nietos. Helen llevaba años postrada en una cama, había perdido la vista casi por completo. Al principio, no le reconoció. Pero, de repente, sus ojos se abrieron por completo. Fue como si hubiera recobrado la vitalidad. El reencuentro, después de 72 años, duró dos horas y durante esas dos horas hablaron y hablaron. Y se hicieron dos preguntas. David preguntó cuántas veces me salvaste la vida. Helen preguntó por qué no fuiste a Varsovia.