Lo que le puede molestar a algunos que les pillen en un renuncio, en una mentira o con el carrito del helado. Con lo fácil que es decir “lo siento mucho, me he equivocado no volverá a ocurrir”, aunque sea mentira.
Entiendo que reconocer que uno no ha hecho algo bien tiene su lado malo. A nadie le gusta pifiarla y encima tener que airearlo y ponerse en primera línea de playa enseñando el culo. Pero si lo piensas, señalado vas a quedar de todas formas. Sin embargo una buena manera de callar bocas y acallar voces es salir a la palestra y decir: “pues sí, este es mi culo y pido perdón por ello. ¿Los había bonitos?: sí ¿Este es el que tengo? pues también”. Y punto pelota.
Admitir un error es un buen sistema de retención para evitar que los demás se pasen de frenada en las críticas. Es un tapa bocas, un quitamiedos, un “y ahora ¿qué?”
La cantidad de tiempo y de desvelos que se podría ahorrar el interesado si, con un pequeño examen de conciencia y la asunción de responsabilidades, zanjara cualquier polémica desde el minuto uno. Entiendo que los que no lo hacen es porque no saben que tienen culo y que lo pueden perder a la larga y a lo ancho.