Todo lo que sube baja, pero nunca vuelve al nivel en el que estaba antes de subir. Estoy hablando de los precios, si nos referimos a los ascensores la máxima no se cumple, algo bueno tenían que tener.
Los precios cuando suben se nos atragantan tanto que, el mero hecho de que nos den un respiro, nos basta para conformarnos. Los precios están por las nubes y por ahora no parece que vaya a llover o a escampar según se mire.
Cuando la gasolina baje de 2.2 euros el litro a 1.5 ir a repostar nos va a parecer una fiesta, pero el litro seguirá estando más caro que cuando su precio nos parecía normal.
Ahora el recibo de la luz brilla con luz propia lo mismo que el saldo de las cuentas corrientes brilla por su ausencia. Cuando baje, si baja, nada será lo mismo. Quizá para entonces nos hayamos acostumbrado a vivir en la oscuridad, a cocinar en frio o ducharnos en seco o a lavar a mano en el río y planchar la ropa durmiendo en el suelo con ella puesta.
Cuando la cesta de la compra baje nada volverá a ser como antes, habremos perdido poder adquisitivo en el camino, aunque volvamos a poder comprar los huevos por medias docenas en lugar de de dos en dos o de perderlos una vez que hayamos pasado por caja. Por cierto ¿por qué no se venden los huevos sueltos? hay cosas que cuesta un huevo entender.