Está el conductor que se pega a tu culo como el papel higiénico, no se sabe si con ganas de echarte de la carretera o para que te des cuenta de que llevas un tonto a las seis.
El que acelera cuando ve que estás cruzando la calle de manera indebida, no se sabe si para darte una lección o para mandarte al otro barrio.
El demonio al volante que cambia de carril justo cuando tú ibas a hacerlo, no se sabe si para llamarte lento o para que veas que la tiene más grande, la L de prácticas. El que te adelanta a la velocidad de la luz porque piensa que es él el que marca las limitaciones.
Está el macarra con su modelo de coche macarra que hace aspavientos tras el cristal del parabrisas, no se sabe si porque no se ha tomado la medicación o porque no se ha tomado la medicación.
Está el conductor que tiene más golpes de sutura en la frente de darse cabezazos contra su imprudencia que puntos en el carnet.
El que sabe conducir pero no circular, el que no sabe atascarse en sociedad y el que, para ganar un puesto en la clasificación general de las retenciones, te adelanta por la derecha, por la izquierda, por encima y por debajo, en la misma maniobra.
Están los que para hacer un giro se abren tanto que termina siendo un giro postal. El que entra en una rotonda y se queda a vivir en ella.
El conductor que pita sin parar, no se sabe si porque tiene un tic o porque ignora que tú también tienes pito y no te lo tocas.