Los conductores que pegan el frontal de su coche contra la parte trasera del tuyo. Que te van oliendo el culo como los perros, no sé si con la intención de soleártelo, blanqueártelo o de darte directamente por donde amargan los tubos de escape.
Los que se cambian de carril despacio, como resignados a tener que dejarte pasar.
Los que para hacer un giro se abren tanto que acaban en otra provincia.
Los que para aparcar necesitan ir siguiendo el mapa del tesoro.
Los que te pitan por ir a la velocidad permitida, porque no les gusta el color de tu carrocería, porque llevan la mano pegada al pito con cinta de carrocero, porque no saben hacer otra cosa.
Los que se cambian de carril cada diez metros intentando encontrarle una salida al atasco, un sentido, un choque en cadena.
Los que hacen stop en los ceda el paso y en los stop plantan la tienda de campaña.
Los que aceleran para que no ocupes el hueco de delante cuando no te percatas que la cola de la derecha es la de tu salida.
Los que te miran por encima del reposacabezas “como queriendo decir”.
Los que no saben donde está la palanca que acciona los intermitentes.
Los que cuando llueve circulan con el freno de mano echado.
¿Por qué?