El domingo fue el día de la croqueta, que es lo que te apetece hacer con tu pareja en la cama, o en la cocina, en las noches frías del invierno. La croqueta o unos filetes rusos.
También fue el día de la nieve que es una fábrica de silencio, huesos rotos y lo que no te quieres encontrar en la carretera cuando circulas sin cadenas y sin cerebro.
El lunes fue el día más triste del año como su mismo nombre indica. Triste y azul, como el gato de Roberto Carlos, el cantante, no el futbolista.
Ayer fue el Día Internacional del síndrome de la hemipléjica alternante, asunto sobre el que no haré comentarios por respeto y por ignorancia a partes iguales.
El jueves es el día de la concienciación por los pingüinos, el animal más elegante y, en estos tiempos de calentamiento global, de los más amenazados sobre la faz de la tierra.
El viernes es el día del abrazo, que es lo que más se echa de menos cuando no se pueden dar y lo que más consuela cualquier día del año.
Y hoy, hoy no es el día internacional ni mundial de nada. Está libre. Así que, aparte del día de las revistas del corazón en Más de uno, que cada cual piense a qué se podría dedicar este 19 de enero que nadie quiere para recordar ninguna causa.
Yo propongo que sea el Día Mundial de no pensar en nada. En nada y menos. O el día del miembro.