Educación, sentido común y empatía son tres buenas patas para el banco sobre el que se asienta la convivencia.
Educación para tratar a los demás con respeto y que te paguen con la misma moneda, para abrirle las puertas a las relaciones sociales, para dar buena imagen, para que tu presencia deje un buen sabor de boca. Para que dé gusto estar contigo, para que sean más llevaderos los viajes en ascensor.
Sentido común para no meter la pata, para hacer lo correcto en cada momento, para parecer inteligente de lejos y serlo de cerca, para ganarse la confianza de los que no te conocen y sentir la admiración de los que te rodean, para brillar cuando cae la niebla de la mediocridad. Para acertar en las decisiones, para encontrar a la primera la puerta de salida.
Empatía para ser mejor persona, para entender otras posturas y otras opiniones, para ayudar al que necesita que le echen una mano y no al cuello precisamente, para saber callarse a tiempo o encontrar las palabras justas cuando te das cuenta de que alguien lo está pasando mal, para saber ponerse en el lugar de otro en lugar de echarle a patadas.
Hay más patas, pero con estas tres bastaría para hacer de este mundo un lugar mejor y más vivible. Pero no es fácil tener estas tres cosas. Hay quien no tiene ni una, y lo que es peor, ni las tendrá nunca. Por eso está el ambiente como está.