Estamos a las puertas de uno de los cambios vitalesque más detractores tiene por termómetro cuadrado, por lo que la gente comenta cuando le preguntas o surge el tema. Me refiero al tema tiempo que, en sus dos acepciones, la cronológica y la meteorológica, es de obligado cumplimiento a la hora de romper la barrera del silencio en el ascensor o en un velatorio (cuidado con los móviles si se van a inclinar sobre el ataúd).
Por regla general al respetable le saca de punto el cambio que tiene que ver con la hora: ese cambio de luz, de estado de ánimo, de biorritmos.
No puede ser sano ni es de recibo despertarse de la siesta y que ya sea de noche, eso no hay por donde cogerlo. Que la hora de merendar parezca la de cenar y la de cenar la del desayuno en Islandia. Si algo nos sobra es oscuridad por los cuatro costados y más a esas horas de la tarde en la que uno no sabe si vivir haciéndose el muerto.
No sería mala la cosa que a las dos de la madrugada también cambiara la suerte, el volcán de La Palma a mejor y el arco parlamentario al completo
Puestos a cambiar cosas, no estaría mal, ni de más, que este sábado de auto, por la noche, a las tres fueran las dos, pero de octubre de 2019 y así recuperáramos no solo una hora del día, sino dos años del siglo. Dos años de vida que me niego a añadir a mi edad, dos años de malas noticias,de muy mal rollo, dos años de pandemia, de ansiedad, de estrés, dos años de mierda, vaya.
Tampoco sería mala cosa que a las dos de la madrugada de este domingo cambiara la suerte, el volcán de La Palma a mejor y el arco parlamentario al completo.
Pero sobretodo, ojalá que el sábado por la noche, a las tres, seamos los dos.