Si todo parece tan complicado, que lo es y lo está, se me ocurre que quizá la solución sería cambiarlo todo, o casi todo, de arriba a abajo y vicetíple.
Volver a lo básico, a poner los cimientos de todo otra vez y volver a empezar. Empezar de cero o de menos uno. Resetear la memoria, las intenciones, los métodos, las formas, el fondo y las normas, las leyes, las personas, las lecciones, la historia, la vida tal y como la desconocemos.
Que llegue un punto en que a la realidad no la conozca ni la madre o el padre que la parió, que lo mismo también a lo de ponerse a parir habría que darle una vuelta
Lo que parece claro es que, cuanto más hacemos por mejorar nuestra calidad de vida, menos calidad de vida tenemos. Cuantas más leyes dictamos menos libertad tenemos, cuantos más impuestos imponemos, más difícil resulta llegar a primeros de mes. Puños fuera y que cada napia aguante su vela.
Darle a todo la vuelta como a un calcetín, ese que sale siempre desparejado de la lavadora. Y volver a lavar al río y a cultivar la tierra de raíz y a ha poner los huevos en distintas cestas y a ser la leche y a aprender a relacionarnos de otra manera, o a dejar de hacerlo, porque dado como nos llevamos casi mejor sería no dirigirnos la palabra, ni oral ni escrita.
Cambiémoslo todo, lo mismo que cambiamos el sistema educativo cada dos por tres y así cualquier día estudiaremos la historia en la asignatura de química, la lengua en conocimiento del medio y practicaremos las matemáticas en el gimnasio.
Habría que darle un giro a nuestra vida y al mundo, pero en dirección contraria. Vivamos en contra de las agujas del reloj a ver qué pasa, que lo mismo no funciona ni sirve para nada, pero y lo que nos íbamos a reír desde la tumba.
Empecemos por pensar que no fue un meteorito lo que se estrelló contra La Tierra y extinguió a los dinosaurios, sino que fue un dinosaurio el que se estrelló contra nuestro meteorito y así nos hemos quedado.