La ventaja de las revistas del corazón es que con tanta foto no es necesaria la comprensión lectora. Algo que no pasa cuando el texto es la única imagen. La mayoría de los desencuentros que se suelen producir con el lenguaje escrito suelen venir derivados de que, el que lee no entiende lo que pone, o porque directamente no pone lo que leído.
También ocurre que, sin necesidad de fijarse en el texto siquiera, haya quien ejerza su derecho a la crítica por la irracional e incomprensible necesidad de introducir su aparato/miembro en donde no le cabe, dicho sea de otra manera: por joder. Esto se suma a que no todo el mundo está capacitado para pillar la ironía o el sarcasmo, bien porque tiene el sentido del humor de una zapatilla de andar por casa, bien porque no tiene zapatillas de ese número. Una desgracia como otra cualquiera, pero perfectamente respetable.
Lo mismo se le podría aplicar a la comprensión auditiva, de existir tal concepto.
Hay quien escucha como quien oye nevar y quien prefiere escuchar lo que no se ha dicho. Aquí lo del contexto tiene su importancia. Porque están a los que les gusta sacar las cosas del ídem y a quienes les pone soltar cualquier bobada para luego echarle la culpa al ídem de ídem.
Contexto (o sin texto) cuando alguien con un dedo de frente se enfrente a algún comentario u opinión debería hacerlo siempre con el cerebro en su sitio, en perfecto estado de revista y limpio de mala baba y no tenerlo guardado en un frasco con formol sobre la balda de la estantería de la estulticia y sacarlo únicamente para vaciar el intestino, o dicho sea de otra forma, para cagarla.