Estaréis de acuerdo conmigo con que hoy hace un día perfecto para quedarse en la cama.
La verdad es que llevamos una racha que dura ya dos años, en la que por mucho que el río revuelto en algunos aspectos sea ganancia de pescadores, en estas circunstancias no ha llovido ni llueve a gusto de nadie.
Han pasado ya dos largos años desde que a las 8 de la tarde hicimos huésped la tradición de asomarnos a los balcones y a las ventanas para aplaudir a los sanitarios por su esfuerzo frente a la pandemia del Covid-19. Con el tiempo, por el cansancio y por cómo somos, aquello terminó pasando del aplauso al corte de mangas y hasta hoy, que estamos a punto de volver a asomarnos a los mismos balcones y ventanas, quien sabe si a todas horas, para abuchear a Putin.
Otros son los huéspedes que estamos alojando estos días. Otra es la crisis. El miedo es el mismo.
Y encima llueve como queriendo, alimento para el campo, caos para las ciudades. La vida nos obliga a pensar en muchas ocasiones que lo que nos parece malo es bueno y viceversa. Menos las pandemias, las crisis económicas y las guerras, que no tienen un pase se miren por donde se miren.
Qué paradoja: pandemia, crisis y guerra: la versión moderna de salud, dinero y amor.
El bolero del siglo XXI.
