Me gustaría pedir perdón en nombre de los que no pueden o no quieren hacerlo, bien porque llevan siglos muertos o porque no se sienten culpables: Por el reguetón, las estatuas de las rotondas, la tortilla de patata desestructurada, las pulseras de todo incluido, por la distancia entre asientos en los aviones, por el pan industrial, por las endoscopias sin sedación, por los quepintarrajearon las paredes de las cuevas de Altamira, porque pudiéndonos haber tocado los Vándalos o los Alanos (que también), sobre todo nos tocaron los Suevos, por el humor inteligente, las dietas milagro, las promesas incumplidas, por el desamor, los juegos de palabras, los malos entendidos, el paso del tiempo, por el cambio climático, por no haber encontrado un depredador natural para los gilipollas, por los daños colaterales, por el miedo al qué dirán, por ser como fuimos, como somos y como seremos.
Perdón por lo que hicimos y por lo que no, por el plástico, por la depilación a la cera, por el tanga tirachinas, por la “rebequita”, por Nicolás Maduro, por los malos entendidos, por la falta de comprensión lectora, por las corbatas, por el Halloween, por el pecado original (que de original no tenía nada), por no saber descubrir ni conquistar ni hacer amigos, por la inquisición 2.0, por la expresión 24/7, por no… por no…¡ah! por el porno.
Perdón por todo. Y ya. Ahora, salvo los historiadores y los arqueólogos, a vivir en el futuro, que el pasado no tiene arreglo, como nosotros.