He estado haciendo un repaso de lo que nos recomiendan que comamos al día para llevar una vida sana y he llegado a la conclusión de que, de cumplirlo, los días deberían tener setenta y cuatro horas y tres inodoros. Eso si hablamos del comercio, si nos referimos al bebercio estaríamos todo el día abrazados a un árbol o pasaríamos las horas tirados en cualquier portal. Iríamos por la calle literalmente doblados.
Si a eso le sumamos los consejos que hacen referencia a las horas de sueño ideales para lograr un buen descanso, deberíamos venir al mundo no ya con un pan sino con un colchón debajo del brazo.
En resumidas cuentas vendríamos a este mundo con un colchón, con un pan, dos litros de agua, cuarto y mitad de pollo, una bandeja de verduras, un saco de legumbres, un frasco de frutos secos, tres piezas de fruta, medio kilo de sardinas, un litro de aceite de oliva virgen extra, un puñado de quinoa y alpiste, tofu, una merluza, medio litro de leche, cuatro o seis raciones de patatas, arroz, pan integral y pasta, dos copas de vino, tres cañas, y un par de huevos (y otros tantos de gallina). Y así sucesivamente hasta llegar a la conclusión de que, de poder nacer con un pan etcétera debajo del brazo, tendríamos un sobaco del tamaño de un carro de la compra.
Y todo esto para luego acabar haciendo ayuno intermitente, ayuno intermitente de todo en general. Así que vámonos, que estos cuerpos no se estropean solos.