Desde el principio las cosas se pusieron cuesta arriba, no solo venían de enfrentarse a una sociedad que no concibe, en muchos casos, la educación para las niñas, y mucho menos la tecnológica. También tuvieron que luchar contra las trabas que iban surgiendo por el camino, incluido dos viajes de 800 kilómetros desde su ciudad, Herat, hasta la capital, Kabul, para gestionar la visa. Y aun incluso cuando conocieron que no les iban a conceder la visa y no podrían viajar a Columbia, en ningún momento cejaron en el empeño de construir su robot.
"Ni la política, ni la agenda debería mezclarse en esto. Todos los países tendrían que tener el derecho y la oportunidad de competir con otros", cuenta Roya Mahboob, la primera CEO afgana en una empresa tecnológica que colabora con las chicas. Pero las cosas no solo se complicaron a la hora de gestionar el visado, estas chicas también tuvieron que diseñar y montar su robot en un tiempo récord. Porque si todo el mundo tenía las piezas desde Marzo, la caja enviada por la organización a Afganistán fue retenida de manera cautelar, porque se pensó que pudiera ir a parar a manos de terroristas.
"Después de la negativa, nos ha llegado muestras de apoyo de todo el mundo, para participar en el proyecto e invitarnos a otras competiciones en otros países", cuenta Roya. Aún no han confirmado su asistencia en ninguno, de momento se consuelan con poder seguir por Skype la participación de su robot en la competición que se celebra este mes, y en la que confían llegar muy lejos.