Con Olvido Macías

Cuentos chinos: 'Un clavo ardiendo'

Él buscaba un timón donde agarrarse para no caer en el vacío y ella un pirata al que salvar. Él tenía diecisiete años y ella dieciséis. Al muchacho no le faltaba detalle: mujeriego perdido con algún guiño a la homosexualidad de pago y aficionado a la droga. Ella sensible y adaptada a su rico mundo interior. Fue por casualidad que se conocieron en una discoteca. Él necesitaba – como el bíblico Lázaro- que le resucitaran y vio en ella a su redentora: esa cara de niña buena, esa limpieza interior.

ondacero.es

Madrid | 03.08.2015 12:32

Y se embullaron y fueron novios varios años en los que no faltó mucho amor pero también esperas de llanto: él bebía tan de prisa la vida que se atragantaba y su impuntualidad, su irresponsablidad, sus cuernos la hacían llorar y purgaba su pena como un acto de contrición a cuenta de él. Con la misma intensidad, llegaban los arrebatos frugales de penitencia hasta que el malacabeza la dejó y fue su mejor acto de amor. Pasaron años y la herida de ella no se curaba. Se vieron alguna vez, él se casó a la fuerza, siguió con su feria hasta que se convirtió en un maltratador.

Quince años después, se encontraron por casualidad y él le hizo llegar su teléfono . A ella le dolía el fracaso con ese moreno de luna y estuvo tentada de ayudarle a salir de ese torbellino, pero paró en seco y dijo NO. Fue su gran victoria, su venganza tardía y la de todas las mujeres a las que dejó en la cuneta.