Y se embullaron y fueron novios varios años en los que no faltó mucho amor pero también esperas de llanto: él bebía tan de prisa la vida que se atragantaba y su impuntualidad, su irresponsablidad, sus cuernos la hacían llorar y purgaba su pena como un acto de contrición a cuenta de él. Con la misma intensidad, llegaban los arrebatos frugales de penitencia hasta que el malacabeza la dejó y fue su mejor acto de amor. Pasaron años y la herida de ella no se curaba. Se vieron alguna vez, él se casó a la fuerza, siguió con su feria hasta que se convirtió en un maltratador.
Quince años después, se encontraron por casualidad y él le hizo llegar su teléfono . A ella le dolía el fracaso con ese moreno de luna y estuvo tentada de ayudarle a salir de ese torbellino, pero paró en seco y dijo NO. Fue su gran victoria, su venganza tardía y la de todas las mujeres a las que dejó en la cuneta.