Toda alteración del orden con violencia es grave. No de gravedad extrema, pero sí para prestar atención. Puede haber una base para estas protestas. Esa base está en la evolución natural de los estados de opinión: se empezó por la aceptación de los sacrificios de la pandemia, se pasó al del desencanto porque no se detuvieron los contagios, hay indicios de hastío ante la segunda oleada y ahora es posible que estemos ante la indignación por los efectos económicos.
Hay un ejército de personas en el paro y mucho miedo al futuro. La situación puede ser grave si toda esa gente se lanza a la protesta y los oportunistas se aprovechan con los fines que sean.
Lo ocurrido no se puede minusvalorar, pero esos supuestos rebeldes no representan nada. Hemos visto quema de contenedores, vulgares ladrones, los habituales antisistema. Esos tipos no merecen otra atención que la identificación policial y que paguen los desperfectos.
Una petición a los partidos. Huyan de la tentación de rentabilizar los sucesos. Cuando la política se mete en la violencia, la violencia termina por ser político y eso es lo que este país no puede permitir.