Con puntualidad progresista ha entrado en vigor el nuevo reglamento del Congreso de los Diputados que ha redactado desinteresadamente el Gobierno. Se respira ya un aire más limpio en el hemiciclo. La palabra discurre en los debates con mayor altura. Se sonríe este portavoz, aliviado por haber quedado proscritos los insultos.
Fiel a su compromiso con la equidad y la necesaria protección de las minorías, el nuevo Reglamento establece -artículo 2.5- que por cada votación que gane la oposición, ésta perderá un diputado. Ningún español quedará huérfano de representante, de modo que el diputado en cuestión pasará a formar parte del bloque gubernamentalprevia jura o promesa de la disciplina, que es piedra angular de la libertad de criterio de sus señorías.
La salvajada oposición se revuelve contra las nuevas reglas de convivencia en democracia. El portavoz de la oposición, ser demediado y vil, ha exigido la dimisión inmediata de la presidenta de la Cámara, el ministro de Tutela de las Cortes y el presidente de la Plurinacional en riguroso orden jerárquico o todos a un tiempo. La petición ha cosechado risas en el hemiciclo, tal como viene sucediendo cuatro veces por semana, que es la frecuencia con que la oposición exige que alguien de una vez dimita.
San Millán de la Cogolla, cuna de la lengua española, es patrimonio común de las 17 naciones de España y ciudad, como se ve, trabajadora y animosa. En el monasterio de Yuso, testigo de nuestra historia, la vicepresidenta primera de la plurinacionalidad inaugura el primer Simposio Estatal de Trabalenguas. Asisten especialistas en este género de todos los países hispanohablantes, además de un profesor kazajo y dos poetas finlandesas.
Los expertos lingüistas entregan a la vicepresidenta el diploma que la acredita como uno de los suyos y suyas. En su discurso de agradecimiento pronuncia estas palabras la alta magistrada: "lo que dice un acuerdo es lo que dice un acuerdo y lo que no dices porque no lo dice. Porque si se dice lo que no dice pero no dice lo que en verdad dice y es a sí mismo, en fin, a quien desdice". Recoge nuestras cámaras los rostros de admiración de los presentes rendidos ante el talento lingüístico de la primera de nuestras mujeres de vanguardia.
1.000.000.000 de chinos reciben en Pekín al presidente de la plurinación española en la primera jornada de su viaje evangélico al Oriente. Impulsado por el deseo de llevar hasta el último rincón del mundo la buena nueva de una vida sin bulos, el jefe del Ejecutivo es aclamado por las gentes de bien congregadas espontáneamente para rendir merecido tributo. Sonríe este joven chino al descubrir la presencia de nuestras cámaras, escupe este otro en señal de higiene democrática.
El presidente de la República Popular de China, señor Xi, se ha declarado discípulo de las reformas que su colega español ha emprendido en Europa. Nada apreciamos más aquí, dice en su discurso, que el silencio pacificador de la prensa crítica.
Durante los tres días que pasará en Pekín, el presidente se alojará en esta copia exacta del Palacio de la Moncloa, construida en sólo dos semanas por el Departamento de Edificación y Plagios de la República Popular. Su esposa, que le acompaña en este viaje, ha sido obsequiada con una réplica en tamaño real de la Universidad Complutense.