Lo curioso de que el Liverpool visite Madrid es que en la radio vuelven a sonar los Beatles. Curioso porque ninguno de los cuatro músicos fue hincha del equipo de Anfield. Dicen que Brian Epstein les aconsejó que no mostraran sus preferencias futboleras, pero algunos de ellos las tenían.
Paul McCartney era hincha del Everton, el vecino y rival del Liverpool, y sigue siéndolo. De hecho, se le ha visto apoyando al Manchester United en alguna final de Champions contra el Barça de Messi, que perdió.
George Harrison no estaba muy interesado en el fútbol, aunque se declaraba partidario del Tranmere Rovers, el equipo pobre de la ciudad, dicen que por llevar la contraria.
Ringo era del Arsenal, el gran equipo de Londres. Su padre había vivido allí y lo llevaba al estadio de los gunners cada vez que podían escaparse a la capital.
Y alguno dicen que Lennon sí era del Liverpool, pero desde luego no ejercía demasiado. Era su padre quien le había inculcado el amor por los reds, y John sí llegó a confesar que de niño soñaba con jugar en el Liverpool, pero abandonó pronto. Eso sí, Lennon era el mejor de los cuatro jugando al fútbol; o al menos eso cuenta pete Best, el batería de la banda en los años que pasaron en Hamburgo.
En la portada del Sargent Peppers metieron a Albert Sttubins, delantero del Liverpool, ídolo del padre de John. Después el propio Lennon se hizo amigo de George Best, extremo del Manchester United y amigo del alcohol y las fiestas, más incluso que los músicos de Liverpool.
Y en 1974, cuando ya no había Beatles, publicó ‘Walls and Bridges’.
La portada del álbum era un dibujo del propio Lennon con sólo once años, en la primavera de 1952. El dibujo muestra un jugador del Newcastle marcándole un gol al Arsenal. El futbolista es Jorge Robledo, y el partido es la final de la Copa de Inglaterra de aquel año, 1952, en Wembley.
Nadie ha contado nunca por qué aquel dibujo y por qué aquel partido y aquel gol. Lennon no era hincha del Newcastle y aquella final no fue transmitida por televisión, así que el dibujo refleja lo que el pequeño John imaginó escuchando la radio.
Fue un disco especial, más íntimo y solitario, sin McCartney y sin Yoko, de la que vivió separado los 18 meses de su Lost Weekend.
Y fue uno de los más extraños guiños del más grande artista de Liverpool al deporte más amado de Liverpool.