CON LUIS RENDUELES Y MANU MARLASCA

Territorio Negro: ADN para resolver crímenes. Ciencia, imaginación y artesanía

Luis Rendueles y Manu Marlasca explican en 'Más de uno' cómo se usa el ADN para resolver crímenes y lo creativa que se pone la policía a la hora de recoger muestras de ADN para no alertar a los malos.

ondacero.es

Madrid |

Empezamos haciendo un poco de pedagogía del crimen. Cada persona tiene una huella genética, un ADN, distinto y único. Por eso encontrar restos de ADN en el lugar de un asesinato, una violación, un secuestro… se ha convertido en la llave para resolver esos casos. Es un asunto científico. Si el ADN de Tony King, por ejemplo, está en la colilla del cigarrillo hallado junto al lugar donde fue secuestrada Rocío Wanninkhof en Mijas, eso le sitúa allí indiscutiblemente, sin ninguna duda.

Lo que ocurre es que no siempre es tan sencillo. No siempre se recuperan muestras de ADN completas, nucleares, en el cuerpo o las ropas de las víctimas ni en las escenas de los crímenes. Además, en las bases de datos de la Policía y la Guardia Civil no figuran los ADN de todos y cada uno de los ciudadanos, eso sería ilegal.

No de los 48 millones de personas, pero sí tendrá la policía –imagino- alguna base de datos de ADN de los que ya están fichados por algún delito.

De eso sí hay. La huella genética de los autores de delitos sexuales graves y otros crímenes sí figuran en esa base que se llama Codis. Hablamos de miles de personas. Y también hay otra base de datos, el fichero INTCF en el que están incluidas muestras de ADN de asesinos y violadores anónimos, gente que cometió esos delitos terrible y dejaron restos biológicos que no han sido identificados.

¿Hay muchas muestras de ADN que no tienen nombre?

Territorio Negro no suele ser una sección muy optimista. En esa base de datos había el año pasado el ADN de 3.303 delincuentes a los que aún no se ha podido poner nombre ni cara. La inmensa mayoría de ellos cometieron delitos sexuales y siguen impunes.

Cada que vez que se denuncia una violación o un crimen en cualquier lugar de España, ¿se consultan esas bases de datos por si hubiera conexión? ¿Por si hubiera alguna coincidencia?

Ésa es su gran utilidad, precisamente. Los investigadores analizan el modus operandi del violador o asesino, a veces son las dos cosas. Si recuperan ADN, se compara inmediatamente con esas bases de datos. No siempre, como te decía Manu, es tan sencillo ni tan matemático, pero siempre es valioso para descartar sospechosos o para acercarse a ellos.

Rastrear a familiares de un asesino o de un violador

Vamos a explicarlo con un caso reciente. El pasado 30 de octubre una chica de 17 años fue atacada salvajemente por un tipo en Gijón. La secuestró y la agredió durante una hora. El tipo iba con pasamontañas, guantes… y le tapó los ojos a la chica con una cinta que luego se llevó. Pese a todo, dejó ADN en la ropa interior de la víctima, fue una muestra pequeña, pero suficiente para empezar a trabajar.

Y ese ADN se comparó con las bases de datos de violadores y asesinos. La primera búsqueda no dio ninguna coincidencia. El violador de Gijón no estaba fichado. Pero se hizo otra comprobación en el laboratorio de la policía, una ampliación del estudio; las pruebas de ADN han avanzado mucho. Y se encontró una coincidencia de cromosoma “Y”. El violador de Gijón tenía el mismo cromosoma “Y” que otro violador fichado años atrás.

El hecho de que compartan el cromosoma “Y” significa que el violador nuevo, el de Gijón, es hijo o hermano o padre del violador antiguo, el fichado, el que ya estaba en la base de datos. A partir de ahí, la investigación aceleró. Se buscó a los familiares varones de ese viejo agresor fichado. Se centró a uno de ellos, que vivía en Gijón. Era hijo de aquel viejo violador, aunque no tenían relación y el padre le había dejado en centros de acogida muchos años atrás, pero el ADN, en este caso el cromosoma “Y” no mentía. En solo 18 días, el violador de Gijón estaba detenido y encarcelado.

O sea, el ADN ya no solo señala a una persona, que es lo que todos podíamos imaginar, sino que también puede rastrear a familiares de un asesino o de un violador.

Si el ADN indica que coincide el cromosoma “Y”, el violador o asesino es de la familia paterna de la persona analizada. Si lo que coincide es un ADN mitocondrial, el delincuente pertenece a la misma familia materna.

Recogidas de ADN voluntarias entre los vecinos de un pueblo

En esos casos en los que, tras una violación o un crimen, las autoridades hacen recogidas de ADN voluntarias entre los vecinos de un pueblo. En estos casos esto que estáis contando tiene todo el sentido porque el asesino o el violador no va a ser tan incauto de entregar su ADN, pero quizá lo hagan, sin saberlo, sus padres o sus hermanos…

De hecho eso mismo ya ha ocurrido. Quizá recordéis el asesinato de Eva Blanco, en Algete, aquí cerca de donde estamos, en el año 1997. En ese crimen, el agresor dejó ADN en la víctima. Se pidieron muestras a casi todo el pueblo. Pasaron muchos años, la ciencia fue mejorando y en la Universidad de Santiago de Compostela se logró una ampliación de ADN que determinó que el asesino era de origen norteafricano.

La Guardia Civil localizó a casi doscientos hombres de ese origen que en la fecha del crimen residían en la zona. Les tomó muestras de ADN. Una de ellas, la de un hombre apellidado Chelh, tenía muchas coincidencias, entre ellas el cromosoma “Y”. El asesino era su hermano, que se había ido a Francia dos años después del crimen de Eva. Allí fue detenido en 2016. Habían pasado diecinueve años desde el asesinato, es decir, estaba a punto de prescribir.

Casos en los que el rastreo de ADN "colateral" acabe identificando al criminal

Imagino que si eso pasó hace… 8 años, en el 16, ahora (y con todo lo que avanzan las técnicas relacionadas con el ADN), ahora habrá bastantes más casos como éste. Casos en los que el rastreo de ADN “colateral” acabe identificando al criminal.

El caso de Elisa Abruñedo

El año pasado se resolvió un crimen de forma más increíble todavía. En 2013, un tipo había violado y matado a Elisa Abruñedo a las afueras de un pueblo de las rías Altas, cerca de Ferrol. El asesino dejó ADN pero no estaba en la base de datos. Diez años después, el año pasado, la Guardia Civil lo encontró y lo detuvo.

¿Siguiendo también el rastro de algún familiar? Más o menos. En 2021 se pidió a los vecinos de la comarca que entregasen voluntariamente su ADN, lo que habéis comentado antes. La huella genética de uno de esos vecinos coincidía lejanamente con la del asesino sin nombre ni cara que mató a Elisa. Pertenecía a su mismo linaje.

La UCO de la Guardia Civil recurrió entonces a la historia de la comarca y pidió la colaboración de la iglesia, en este caso al Archivo Histórico de Mondoñedo, en Lugo, que al mando del reverendo Félix Villares guarda datos y secretos de todas las familias de la zona desde cientos de años atrás.

Ese viaje al pasado, donde encuentran datos tan curiosos como que los curas apuntaban a mano el posible nombre del padre en los casos de lo que se llamaban mujeres espontaneadas (las que luego se conocieron como adúlteras) y les daban un certificado para que no las insultaran en los pueblos. Los guardias civiles siguieron el rastro y vieron que el ADN indicaba que el asesino tenía que pertenecer a la familia de los Rodríguez.

Había varios. Pero las técnicas de ampliaciones de ADN permitieron avanzar muchos más datos. Además del origen étnico del asesino, se puede saber su franja de edad y a veces hasta el color del pelo. En este caso, el laboratorio descubrió que el asesino de Elisa tenía una mutación del gen MC1R, lo que se llama el gen del pelirrojo.

O sea, tenían dos datos: el asesino de Elisa se apellidaba Rodríguez y era pelirrojo.

Y el ADN no mentía: se llama Roger Serafín Rodríguez y, aunque ahora tenía la cabeza rapada, había sido pelirrojo en su juventud. Fue detenido en octubre de 2021, diez años después del asesinato. Ha confesado el crimen, dijo que vio a Elisa mientras paseaba por el bosque y que sintió una especie de impulso y la atacó. Ha vivido con otra mujer y sin cometer delitos que se sepa durante todos esos diez años.

¿Cómo puede conseguir la Policía una muestra de ADN de alguien sin que se entere?

Pues es verdad que, más allá de la ciencia, hay que ponerle creatividad para que el ADN sea una herramienta útil. Y también hay artesanía, trabajo callejero. Cuando los policías tienen un ADN sin nombre y ya tienen un sospechoso, la mejor forma de asegurarse es coger lo que llaman una muestra indubitada o abandonada de ese posible criminal para salir de dudas con un análisis en el laboratorio. Sin que el malo se entere, claro.

Artesanalmente. Vamos a poner un ejemplo: una mujer, Conchi, fue asesinada en su casa de León al principio de la pandemia y el encierro del covid, en marzo de 2020. Conchi era la dueña del edificio y la casera de todos los vecinos. Los policías pensaban que el asesino era uno de ellos y tenían el ADN que se había dejado en un interruptor de la luz y en la sudadera de la víctima, así que fueron teniendo citas amigables con los vecinos en las que les invitaban a café, a un refresco, a un cigarrillo o les daban una mascarilla para protegerse del virus.

Cuando esas entrevistas terminaban y los sospechosos se iban, los investigadores se quedaban con la mascarilla o recogían discretamente la colilla del cigarro que habían fumado o el vaso del que habían bebido. Todos fueron al laboratorio. Y la ciencia dijo que el ADN era el del vecino del tercero derecha, Ángel, que fue detenido por el crimen.

¡Estamos dando pistas a los malos! O sea que muchos guardias civiles y policías que investigan un crimen, van recogiendo objetos usados por sospechosos para cotejar un ADN.

Para que sea legal, tienen que ser muestras abandonadas por los investigados y que no haya habido –digamos- peligro para la integridad física del sospechoso. Es decir, no se le puede quitar ADN a la fuerza a nadie, pero si deja una colilla en el suelo de un bar, o no se termina el sándwich que toma en una terraza…

Otro día hablamos, si nos dejan, de para qué sirven algunos controles de alcoholemia que se hacían en determinadas zonas y determinados momentos. O no, porque si lo contamos tendríamos que mataros.