Caso Ábalos. Tenemos a dos de los personajes más importantes y más mediáticos del caso, a Koldo y a Víctor de Aldama, diciendo que son colaboradores de la Guardia Civil.
No solo es que lo digan ellos, es que lo ha reconocido el coronel de la Guardia Civil Francisco José Vázquez, que es responsable de los servicios de información del cuerpo.
¿Qué tipo de colaboradores son Koldo y Víctor de Aldama?
Las investigaciones de la Unidad Central Operativa que acabaron con las detenciones de Koldo y Aldama propiciaron también la detención del comandante Rubén Villalba, el responsable de la gestión de los colaboradores en la UCE 2, la unidad de la Guardia Civil dedicada a la lucha contra el terrorismo yihadista. La sospecha de los investigadores es que el comandante estaba a sueldo de Víctor de Aldama, que fue condecorado con la medalla al mérito de la Guardia Civil en 2022.
El oficial de la Guardia Civil cobró, según las pesquisas de la UCO, más de ochenta mil euros de la organización corruptora. La tesis de la investigación es que Villalba aseguraba la seguridad de la trama de corrupción, tanto la personal como la de las comunicaciones.
Sobre la clase de colaboración que prestaban a la Guardia Civil Aldama y Koldo, el coronel Vázquez no fue muy concreto, porque esa información está protegida por la ley de secretos oficiales. Sí sabemos que, por ejemplo, organizaba monterías para agasajar a los enlaces del FBI y la CIA en la embajada americana en Madrid.
Empresarios que han colaborado con las fuerzas de seguridad
Y volviendo a la pregunta inicial: sí ha habido y hay empresarios que han colaborado con las fuerzas de seguridad y que tienen el estatus de colaboradores. Pensemos que en muchas ocasiones la iniciativa privada es más ágil y eficaz que la pública.
Hace tiempo, recuerdo, hubo cierta polémica porque se supo que Emilio Hellín, un pistolero de ultraderecha condenado por matar a la estudiante Yolanda González en 1980, colaboraba con la Policía y la Guardia Civil, para los que hacía peritajes informáticos, especialmente de teléfonos móviles. Al saltar la noticia, dejó de trabajar para esos cuerpos, pero muchos clientes 'ilustres' en apuros contaron con sus servicios: desde Laura Borrás a Cristina Cifuentes. Y es que, según decían, la empresa de Hellín era la mejor del sector.
Es decir, que no es raro que haya colaboradores que sean prósperos hombres de negocios, como en el caso de Aldama. Aunque tampoco será la norma. Lo habitual es que los informadores sean exdelincuentes, en el mejor de los casos…
¿Qué ocurre si los colaboradores de la Guardia Civil acaban siendo detenidos?
El caso Ábalos, no es la primera ni será la última vez que un colaborador acreditado acaba detenido. Vamos a hacer un poco de historia, porque colaboradores han existido siempre. Como nos dijo hace mucho un policía: si no tenemos bola de cristal, tendremos que contar con confidentes.
Hace treinta o cuarenta años los confidentes, los chotas, los mirlos, los confites, así se les llamaba, no estaban sometidos a ningún tipo de control, tan solo el del agente al que informaba. Un policía o un guardia tenía sus chotas, que le facilitaban información. Esos informadores no figuraban en ninguna parte, solo sabían de su existencia los agentes a los que informaban.
¿Y a cambio de qué daban esas informaciones?
Los confidentes nunca han sido honrados ciudadanos dispuestos a jugarse el tipo por amor al arte. Casi siempre vienen del mismo mundo del que facilitan informaciones. Es decir, del narcotráfico, de los robos, de la trata de seres humanos… De cualquiera de esos palos delictivos. A veces informan para quitarse de en medio a alguien que les molesta y prácticamente siempre lo hacen por dinero. Que no se nos entienda mal. Un informador no tiene carta blanca para delinquir a cambio de sus confidencias.
Hace unos años, un hombre fue asesinado en un pueblo de Madrid por una organización colombiana de sicarios. La Guardia Civil hizo una investigación muy compleja y acabó deteniendo a todo el grupo implicado en el crimen. Entre los arrestados estaba un tipo que había proporcionado grandes servicios relacionados con atracadores de representantes de joyas y de joyerías. Su condición de confidente no le libró.
¿Cómo se hace para pagar estos trabajos?
Volvemos a la historia. Antes, en las comandancias, en las brigadas o en las comisarías había una partida para pagar a esos informadores. Se trataba de cantidades no muy grandes. Incluso algunos policías pagaban a sus chotas con dinero de su bolsillo si no quedaba dinero en esa caja. Años más tarde llegaron los llamados fondos reservados, es decir, una partida presupuestaria del Ministerio del Interior dedicada a estos pagos.
Los fondos reservados saltaron tristemente a la fama por el mal uso que hacían de ellos José Amedo y Michel Domínguez. El dinero que se suponía que era para pagar a los informadores y mercenarios lo gastaron en el casino y otras actividades lúdicas.
A finales de los años ochenta se juzgó a varios policías en Madrid por delitos muy graves, entre ellos el asesinato de varios delincuentes. Uno de los implicados en todo aquello era un informador que encargaba a maleantes de su confianza los atracos a los que luego llegaba la policía, como es lógico, porque el confite les contaba dónde y cuándo se iban a producir. La policía recuperaba el botín y parte de él se lo repartían con el informador.
¿Los informadores ya no son tan anónimos como eran antes?
Para empezar, ya no se llaman chotas ni confites. Ahora son fuentes. De hecho, en muchas unidades de la Policía y de la Guardia Civil existen los grupos de fuentes, que luego contaremos a lo que se dedican. Un policía ya no puede ir por libre y tener sus chotas sin que nadie lo sepa. Ahora están sometidos a una fiscalización muy estricta.
Cuando un agente empieza una relación con un informador, tiene que darle de alta en una base de datos que centraliza el CITCO, el centro de inteligencia de terrorismo y crimen organizado, que coordina a todas las fuerzas de seguridad del estado. El agente debe introducir la identidad, los alias, los domicilios, los datos de los coches que maneje y los números de teléfono de su informador, así como los datos del agente que lo controla, para quien colabora.
Esa base del CITCO donde se da de alta a las fuentes está catalogada con el nivel de secreto más alto que existe, su acceso está muy restringido y, sobre todo, quien acceda a esa base deja huella, tiene que identificarse. Para que nos hagamos una idea, tiene el mismo nivel de secreto que las investigaciones de las unidades de Asuntos Internos.
¿Cuál es el fin de esta lista?
El fin principal es la seguridad de la fuente y de su controlador. Vamos a intentar explicarlo. Cuando se inicia una investigación, sea del cuerpo policial que sea, hay que introducir los datos en un sistema que también controla el CITCO. Allí se meten los nombres de los objetivos, domicilios, teléfonos de interés. No es necesario que la investigación ya esté judicializada, es pura inteligencia. Puede ocurrir, y de hecho ocurre con frecuencia, que al meter esos datos, salte una coincidencia.
Puede pasar, por ejemplo, que uno de los objetivos esté siendo trabajado ya por otra unidad policial o incluso por un cuerpo distinto. Imaginemos una investigación por tráfico de drogas, en las que suelen pasar estas cosas: la policía abre una investigación sobre una empresa sospechosa de ser una tapadera para recibir contenedores de droga. Al meter los datos de uno de los representantes de la compañía, el CITCO avisa de que ya está en una investigación de la Guardia Civil.
En esos casos, el CITCO convoca a ambos cuerpos y se decide quién sigue con la investigación. Así nacen la mayoría de eso que llaman investigaciones conjuntas. Pero puede pasar, claro, que la identidad que salte sea la de un informador.
A veces ni siquiera es la identidad. Puede haber una coincidencia en una matrícula o en un teléfono, que suele ser lo más frecuente. En esos casos lo que hace el CITCO es avisar al agente controlador de la fuente para que sea él quien decida y para alertarle de que otra unidad u otro cuerpo se ha fijado en su colaborador.
Grupos de fuentes en la policía y en la guardia civil
Desde hace unos años existen estos grupos, tanto en policía judicial, la gente que lucha contra la delincuencia común, como en información. Se encargan, sobre todo, de captar informadores. Pongamos un ejemplo sin dar muchas pistas: en una operación contra unos ladrones de joyerías se detiene a un receptador, un perista, alguien que compra mercancía robada. Quizás puede resultar interesante convertirle en informador, aunque, insistimos, eso no le dé impunidad.
Los grupos de fuentes también se dedican a dar cursos, a ilustrar a las unidades de toda España a tratar con los confidentes, porque siempre es un trabajo delicado y que ha metido en problemas a muchos policías y guardias civiles. Nos viene a la cabeza Rafa Zohuier, un informador de la Guardia Civil en materia de narcotráfico, que acabó condenado por los atentados del 11M. A espaldas de sus controladores, conectó a los terroristas con la trama asturiana que proporcionó los explosivos.
¿Se siguen empleando informadores?
Siguen siendo fundamentales en casi todos los ámbitos: crimen organizado, terrorismo, trata de seres humanos. Una vez más no podemos daros demasiados detalles porque tendríamos que mataros, pero solo un par de detalles: a los servicios de información les gusta tener amistades en las mezquitas y algún abogado conocemos que da la mano a Dios y al demonio…