CON LUIS RENDUELES Y MANU MARLASCA

Territorio Negro: El crimen de Cortegada

Luis Rendueles y Manu Marlasca narran la historia de un crimen protagonizado por una mujer que mató, quemó y descuartizó a un amante que había conocido en un chat de citas.

ondacero.es

Madrid |

La Voz de Galicia, información de Marta Vázquez del 8 de noviembre: "Condenan a ocho años de cárcel a la mujer que mató, quemó y descuartizó a un amante que había conocido en un chat de citas".

Vamos a hablar de lo que se conoció como el crimen de Cortegada del que hace unos días conocíamos esa sentencia que ha leído Jorge. Ocurrió en ese pequeño municipio de Orense, un pueblecito de apenas mil habitantes, junto al río Miño y muy cerca de la frontera con Portugal. Allí vivía en el verano de 2021, la fecha de los hechos, una mujer de veintiséis años llamada Cristina Rodríguez, madre de una hija cuya custodia recaía en el padre de la menor.

Cristina trabajaba en una panadería de Cortegada y vivía en una casa que ella y su expareja, un hombre veinte años mayor que ella, habían rehabilitado en la aldea de O Rabiño. Tras separarse, su hija y su exnovio se fueron a vivir a Vigo y ella se quedó en Cortegada, donde se ganó fama de persona huidiza y hasta algo huraña. En el pueblo se sabía que tenía una hermana melliza y que denunció a un familiar cercano por agresión sexual. Esta mujer, Cristina, es la que ahora ha sido condenada por asesinato.

¿Y la víctima? ¿Quién era y cómo se conocieron?

La víctima era un hombre de cincuenta y tres años llamado José María Roldán Zapata, también padre de una hija. Residía en Castelldefels, en la provincia de Barcelona, a más de mil kilómetros de Cortegada, y había enviudado tiempo atrás. Vivía con su madre, tenía reconocida una discapacidad por sus problemas auditivos y además tenía limitada su movilidad y no sabía nadar. Era una persona, como vemos, vulnerable.

Vulnerable y que debía de sentirse muy solo, porque tenía cuenta abierta en varias redes sociales y aplicaciones dedicadas a los contactos. En una de ellas contactó con Cristina, la mujer de Cortegada, en los primeros días de agosto de 2021. Debieron de sintonizar bien pronto, porque tras unas pocas conversaciones se intercambiaron los teléfonos y empezaron a hablar a través de WhatsApp, unas charlas que empezaron el 9 de agosto.

Y solo once días después de esas primeras conversaciones, el 20 de agosto, José María se despidió de su madre y se subió en el aeropuerto de El Prat a un avión con destino Vigo. En el mismo aeropuerto le recogió Cristina y ambos se trasladaron a la casa de O Rabiño, en Cortegada, en la que la mujer vivía sola desde su separación.

¿Qué ocurre tras la llegada de este hombre a Galicia?

Los primeros días de convivencia en Galicia todo fue muy bien. Cristina y José María salieron a cenar, fueron a la piscina municipal y se dejaron ver juntos por varios rincones de Cortegada. Pero algo pasó entre ellos a los pocos días de la llegada del catalán a Galicia, algo se torció. Según reconoció Cristina en el juicio, a ella le dejó de gustar.

Se les rompió el amor. Se les rompió bien pronto. Y supongo que entonces Cristina le diría a José María que encantado de conocerle, pero adiós. Que se fuera de su casa.

Pues en este punto solo tenemos la versión de Cristina, porque José María no pudo contar nunca la suya. Ella dijo que a los tres o cuatro días de la llegada del hombre a Galicia comenzaron a tener discusiones que fueron subiendo de tono, hasta el punto en el que Cristina le pidió que recogiese sus cosas y regresase a Barcelona. Ante su insistencia, él le dijo que no se iría, que la amaba, que estaba enamorado, y que su idea era instalarse allí.

La mujer explicó en el juicio que José María se negaba a abandonar la casa de Cortegada. Como argumento de fuerza, Cristina contó que su fugaz amor se había llevado desde Castelldefels a Cortegada su consola Play Station, lo que era un inequívoco indicador de que tenía pensado quedarse nada más llegar. No solo eso; José María también había comprado una cafetera para la casa. Una adquisición, a priori inocente, que Cristina interpretó como una declaración de intenciones de la vida en pareja que el hombre planeaba.

O sea que esa "resistencia" a tomar el camino de vuelta -según Cristina- es la que le que costó muy cara.

¿José María le contó a alguien lo que pasaba?

No, a partir del 24 de agosto, cuatro días después de su llegada a Galicia, José María desapareció, se le tragó la tierra. Ni su madre ni su hija, con las que mantenía un contacto regular, volvieron a saber nada de él, pese a que le llamaron de forma insistente. Unos días después, la madre de José María denunció su desaparición en una comisaría de Mossos d'Esquadra. Y las primeras gestiones que hicieron los Mossos llevaron la investigación hasta Galicia.

Aparentemente no parece una investigación especialmente complicada. Supongo que su familia sabría en todo momento dónde había ido.

No solo eso. Como en cualquier otra investigación por desaparición, lo primero que hicieron los Mossos fue pedir la información del teléfono del desaparecido. Y sus últimos posicionamientos lo situaban en O Rabiño, la aldea en la que residía Cristina, donde la señal del teléfono se había perdido para siempre. La Guardia Civil, alertada por los Mossos, se fue a hablar con la mujer. Cristina reconoció que José María había pasado unos días con ella en agosto, pero que se había marchado sin dar muchas explicaciones. Dijo que desde que se fue no había vuelto a saber nada de él.

Algo no debió de cuadrar en la versión que Cristina dio a los investigadores, porque no se quedaron muy conformes y mantuvieron a la mujer en el radar, sin perderla de vista y visitándola de vez en cuando. Mientras, realizaron otras gestiones para dar con José María. Pero fueron completamente infructuosas: ni un movimiento más de su teléfono, ni un movimiento bancario. Los agentes concluyeron que esa aldea de Cortegada había sido el final del camino del desaparecido, pero tomaron una decisión que, visto el resultado, fue muy acertada: la dejaron macerarse...

Cuestión de tiempo

La primera entrevista que la Guardia Civil mantuvo con Cristina sirvió para que los agentes concluyesen que no era una sospechosa precisamente sólida, sabían que era cuestión de tiempo que se viniese abajo. Los investigadores estaban convencidos de que José María no salió con vida de la casa de Cristina, así que esperaron el error de la mujer y se dejaban ver de vez en cuando por ella.

Ah, o sea es una presión sutil, de baja intensidad. Y sucumbió.

Así fue, pero llegó de una manera inesperada. En fechas muy próximas a las navidades de 2021, cuando José María llevaba ya cuatro meses desaparecido, Cristina acudió a su médico de cabecera y lo convirtió en su confesor: le dijo que meses atrás un hombre había estado en su casa y había muerto allí por causas naturales. La mujer contó que se asustó y decidió tirar el cuerpo a un embalse cercano. Esta peculiar confesión llegó un par de semanas después de que la Guardia Civil le tomase declaración formal y le apretase un poco.

¿Y qué hizo este médico?

Pudo contárselo al alcalde de Cortegada, que inmediatamente llamó a la Guardia Civil. En pocas horas, los agentes consiguieron la autorización para registrar la casa de Cristina. En los primeros momentos de la inspección, la mujer se vino abajo y comenzó a mostrar a los agentes los lugares en los que estaban los restos de José María: "Debajo del olivo hay un pie", "en las jardineras hay trozos del cráneo"... Al aparecer los primeros restos, con las indicaciones de ella, la mujer dijo que quería confesar todo a la jueza.

Cristina dijo que, tras una discusión, le suministró a José María un cóctel de antidepresivos y narcóticos para dejarle grogui. Después, lo mató asfixiándole con una almohada y decidió quemar el cuerpo, pero como en una escena de una película de los hermanos Coen, su vecina le llamó la atención porque le estaba ahumando la fachada, así que tuvo que cambiar el lugar de la fogata.

El cadáver no se destruyó por completo, pese a que le echó encima varios litros de gasolina, pero sí se ablandó lo suficiente como para poder trocearlo con una pala. Algunos restos los enterró superficialmente en la finca y otros los metió en bolsas y los arrojó al monte.

Confesó y además, por lo que decís, colaboró con la Guardia Civilpara encontrar los restos de la víctima. Imagino que eso le habrá ayudado a rebajar la pena.

Así es, una de las atenuantes que contempla la sentencia es la de confesión, aunque esta confesión llegase cuatro meses después del crimen. Otra de las atenuantes que se le aplican es la reparación del daño, porque Cristina consignó el dinero que tenía, diez mil euros, para cubrir la responsabilidad civil con la que reparar a la familia de la víctima. Pero la rebaja de pena más importante le llegó gracias al diagnóstico que hicieron los forenses de su estado mental.

¿Está diagnosticada como enferma mental?

No, no es una enferma. Incluso la sentencia señala textualmente que no existe alteración en su inteligencia y comprende perfectamente la ilicitud de los hechos de los que se le acusa. Pero el fallo da por buenos una serie de trastornos que los forenses vieron en Cristina. A saber: trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de la personalidad no especificado con rasgos de trastorno esquizotípico y trastorno límite de la personalidad. Todo ese cóctel limitó moderadamente la voluntad de la mujer en relación con el crimen del que estaba acusada.

El juicio comenzó con una petición fiscal de dieciocho años de cárcel, pero tras escuchar el veredicto del jurado, que dio como hechos probados la confesión, la reparación del daño y la limitación parcial de la voluntad de la acusada, el fiscal tuvo que rebajar su petición hasta los ocho años, la cuenta que sale cuando aplicas todas esas atenuantes. La defensa de la mujer se adhirió a esta petición, que coincidió con el fallo: ocho años de cárcel. Descontando el tiempo que estuvo como preventiva, en cinco años estará en la calle y será una mujer completamente libre.