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Territorio Negro: El crimen de la presidenta de la comunidad

Manu Marlasca y Luis Rendueles detallan el crimen de Pilar, vecina de Carabanchel asesinada por su vecina morosa que acumulaba deudas.

ondacero.es

Madrid |

Esta es la historia de un asesinato cruel y también de lo importante que es para las personas mayores que viven solas una red de apoyo, alguien que esté pendiente de ellas.

Todo empezó hace casi justo dos años: al 27 de febrero de 2023, y al madrileño barrio de Carabanchel, a la calle de la Oca. Ese día Adolfo Moreno se presentó en el piso de su hermana, Pilar, una mujer de sesenta y ocho años que vivía sola desde unos años atrás, cuando enviudó. El hombre estaba preocupado porque no sabía nada de ella desde la noche anterior. No parece mucho tiempo para inquietarse, pero Pilar y sus hermanos mantenían, al menos, dos contactos diarios: para darse los buenos días y las buenas noches. Y esa mañana no había habido buenos días, lo que hizo saltar las alarmas. Y Pilar tampoco contestaba las llamadas.

La familia, en alerta

Al ir a abrir con su juego de llaves es cuando se encuentra con algo muy inquietante: solo estaba echada una de las cerraduras, cuando su hermana siempre aseguraba las dos antes de salir de casa. Además, dentro de la vivienda se encontraban todos los objetos personales de Pilar: su teléfono, su bolso, su cartera, su documentación y la ropa del gimnasio cuidadosamente preparada, porque a las once de esa mañana tenía programada una clase en el club deportivo al que acudía a diario.

Pilar era una persona extremadamente ordenada y de costumbres muy fijas, que no se iría nunca de casa dejando todo eso por medio y una luz, la de la cocina, encendida.

Los hermanos de Pilar revisaron el teléfono de la mujer, que no estaba bloqueado, y en él descubrieron que la misma mañana de su desaparición la mujer había hablado con la propietaria de un piso del mismo bloque sobre el dinero, poco más de mil euros, que la inquilina de esa casa debía a la comunidad de propietarios, de la que Pilar era presidenta.

De hecho, esa mañana Pilar iba a ir al banco con Cristina y su inquilina, una mujer llamada Marta que se acababa de separar de su pareja y que estaba a punto de abandonar la vivienda de manera definitiva. Los familiares de la desaparecida hablaron con Cristina y este les contó que finalmente ella no había ido al banco, porque Marta, su inquilina, le dijo que acudiría ella sola con Pilar para dejar zanjada la deuda pendiente.

En definitiva, la mujer desaparecida había quedado en ir al banco con la inquilina morosa la misma mañana en la que desaparece.

La palabra "sospechosa" pintada en la frente

La familia de Pilar comenzó a hacer sus pesquisas. La casera de la morosa les dio el teléfono de la inquilina y la llamaron para comprobar si había estado en el banco con ella. Marta les aseguró que sí, que la llamó esa mañana para ir juntas. Aquí empiezan los problemas, porque en el registro de llamadas no aparecía ninguna procedente del teléfono de Marta.

De esta primera mentira salió con solvencia y rectificó: dijo que no la llamó, que la recogió en persona para bajar juntas al banco. Allí, según Marta, pagó su deuda y Pilar se llevó los dos recibos que justificaban el pago. Aquí llegó el segundo problema, porque los recibos no aparecieron por ninguna parte de la casa. Además, Marta dijo a los hermanos de Pilar que la mujer salió precipitadamente del banco porque tenía que visitar a un familiar que estaba enfermo en un hospital.

Esa era una mentira fácil de desmontar para los hermanos, que de todas formas hicieron un trabajo detectivesco propio de profesionales y facilitaron mucho la labor de la policía. Comprobaron que Pilar no había estado en el banco, pero además un sobrino de la mujer llamó a Marta para preguntarle cómo iba vestida su tía en la supuesta visita a la sucursal y ella le habló de prendas que seguían en su casa y que estaban viendo en el mismo instante en el que estaban hablando con ella.

La familia de Pilar fue decisiva tras su desaparición

Tras ir al banco y comprobar que la desaparecida no había estado allí, los familiares de Pilar volvieron a la comisaría el 28 de febrero para ampliar la denuncia que habían presentado el día anterior y contar lo que les habían dicho en el banco. Ya apuntaron entonces sus sospechas sobre Marta, esa inquilina morosa, e insistieron en que Pilar nunca había dejado de contestar las llamadas de sus familiares. Que jamás desaparecería de esa forma de manera voluntaria.

En este caso, por lo que vemos, esa familia que estaba pendiente de Pilar fue decisiva para movilizar a la Policía casi desde la primera hora de la desaparición.

Si hubieran sido otras sus circunstancias, y esta mujer (que tampoco era una anciana, 68 años), si hubiese estado sola, sin nadie que se preocupara de ella, quizás -Manu- igual el crimen se habría quedado sin resolver.

Un fuerte olor a lejía alertó a la Policía

Pero en este caso todo fue muy rápido. Agentes del grupo XII de la Brigada de Policía Judicial, especialistas en desapariciones, se hicieron cargo de la investigación el mismo día 28. Se entrevistaron con la expareja de Marta, el hombre que había convivido con ella hasta hacía pocos días, y le pidieron que les enseñase la casa. Nada más entrar, algo les hizo ponerse en alerta.

Más bien, qué olieron allí. Nada más acceder a la vivienda, que estaba prácticamente vacía, les llamó la atención un fortísimo olor a lejía, como si alguien se hubiese afanado en hacer una limpieza muy a fondo de la casa, lo que es un indicio casi tan claro como una pistola humeante.

Los policías se entrevistaron también con la conserje del inmueble, que contó que la mañana del 27 no había visto salir a Pilar, lo que le extrañó porque iba a diario al gimnasio. La portera apuntó que a quien sí vio fue a Marta llegar con una maleta y salir media hora después.

Los agentes del grupo 12 decidieron comenzar a seguir a Marta, la inquilina morosa, ese mismo día 28, tan solo un día después de la desaparición de Pilar. Los investigadores montaron una vigilancia en el domicilio de la mujer, lejos de Madrid, en un pueblo de Toledo, Las Ventas con Peña Aguilera. Allí llegó la sospechosa poco antes de las diez de la noche. A las siete de la mañana del día siguiente, los agentes la vieron salir de casa y dirigirse hacia un vertedero cercano, donde permaneció unos quince minutos.

Múltiples restos de sangre en la casa de la sospechosa

De forma simultánea, agentes de policía científica entraron en el piso en el que había vivido la sospechosa, el que les había abierto su expareja el día anterior, y allí encontraron múltiples restos de sangre, especialmente en el salón y en el cuarto de baño. Muchos de esos restos tenían la forma típica de alguien que trata de limpiarlos con una fregona.

La Policía detuvo a la mujer en las cercanías de la casa en la que había vivido y que todo parecía indicar que había sido el escenario de un crimen. En el maletero del coche, los agentes hallaron un hacha y en poder de la detenida el papel del buzón con el nombre de Pilar, como si fuese una especie de trofeo. Ante la evidencia de que aquello se trataba de un asesinato, los agentes del grupo 12 avisaron a sus compañeros del grupo V, especialistas en Homicidios, que se unieron a la investigación.

Los investigadores recordaron la escombrera que visitó Marta durante el seguimiento y se fueron con ella hasta allí. De camino, la sospechosa, que no había abierto apenas la boca desde su detención, sorprendió a todos y dijo: "De perdidos, al río: la he quemado y la he tirado a la escombrera". En ese vertedero aparecieron restos óseos metidos en unos sacos de obra idénticos a otros sacos hallados en casa de la detenida.

Después, la Policía encontró también la finca en la que Marta había quemado el cuerpo de Pilar antes de descuartizarla y arrojarla al vertedero. Allí estaban los restos de la hoguera y algunos fragmentos más de huesos.

¿Cómo acabó con su vida?

Fue una confesión a medias, como tantas veces hemos visto en casos parecidos. Contó que Pilar y ella habían quedado para arreglar el tema de la deuda y que, cuando estaban en casa de Marta, Pilar se cayó de espaldas en el baño. La detenida dijo que ella la trató de ayudar, levantándole la cabeza, pero que se asustó al ver mucha sangre y dejó caer la cabeza, que se dio contra el baño, momento en el que dijo haber oído un chasquido.

El resto de la historia la hemos oído ya muchas veces: que se asustó y que decidió deshacerse del cuerpo. Casualmente, dijo, llevaba una maleta con la que pensaba recoger los enseres que le faltaban por llevarse de casa, así que la aprovechó para meter el cuerpo de Pilar, una mujer que no llegaba al 1,50 de estatura. Bajó a un supermercado cercano, compró productos de limpieza y fregó la casa a conciencia.

Imposible determinar las causas de su muerte

Marta quemó el cuerpo de Pilar a conciencia, alimentando el fuego con varias garrafas de gasolina y con maderas, así que fue imposible determinar las causas de la muerte. Ella mantuvo la versión del accidente en todo momento, también en el juicio. Su problema fue todo lo que hizo antes y después. Y no hablamos solo de lo que hizo con el cadáver.

En el juicio quedó acreditado, así lo declaró probado el jurado, que Marta había falsificado varios recibos para simular que pagaba sus deudas, que ascendían a 1.045 euros. De hecho, éste fue el móvil del crimen: una terrible huida hacia delante. Pero es que la policía halló en su teléfono unas curiosas búsquedas en internet en las horas inmediatamente posteriores al crimen: "cómo convertir el teléfono en una luz ultravioleta" (para hallar vestigios de sangre), "cuándo hay que denunciar una desaparición", "crímenes sin resolver"...

Pues un juicio en el que todo lo que le podía salir mal a la procesada, le salió mal: el fiscal acabó pidiendo 16 años de prisión para ella tras el veredicto de culpabilidad del jurado y la acusación particular, que ejerció el abogado Santiago Torres, pidió 28 años de cárcel.

El jurado la consideró culpable de asesinar con premeditación a Pilar,de falsificar los recibos y de profanar su cadáver, aunque esto, ya lo hemos dicho muchas veces, sale casi gratis penalmente hablando.