CON LUIS RENDUELES Y MANU MARLASCA

Territorio Negro: Depredadores domésticos, el monstruo en casa

Luis Rendueles y Manu Marlasca hacen un repaso por los casos de violadores domésticos más impactantes del mundo.

ondacero.es

Madrid | 16.09.2024 11:59

Llevamos un par de semanas sobrecogidos por un caso que se está juzgando a apenas dos horas de avión de aquí, en Francia. Una mujer, Gisele, fue drogada de manera sistemática durante diez años por su marido para que medio centenar de hombres la violasen en el domicilio familiar.

Dominique Pelicot es un monstruo al que los médicos que le han tratado no han encontrado ninguna enfermedad mental, lo que hace que todo sea aún más terrorífico. Hoy, en 'Territorio Negro', hablamos de otros sujetos similares, de hombres -y también alguna mujer- que han pasado a la historia como monstruos domésticos, los monstruos que tenemos en casa.

En el caso de Dominique Pelicot, además, hablamos de un marido, vecino, padre y abuelo aparentemente ejemplar. Trabajó como albañil, supervisor de obra en una empresa de instalaciones eléctricas y luego se convirtió en agente inmobiliario, antes de vender alarmas, material informático y teléfonos. Más o menos coincidiendo con su jubilación fue cuando comenzó a sedar a su esposa, Gisele, y a ofrecérsela a otros hombres a través de una página web para que la violasen a cambio de nada, simplemente quería mirar.

Por esa casa pasaron al menos cincuenta y dos hombres también aparentemente normales, de vidas estructuradas, con familia. Hay encausado un periodista, un médico, un bombero… Pero dentro de todo el horror que rodea el caso, hay algo sorprendente. ¿No había algo en este hombre que pudiera hacer sospechar el tipo de monstruo que es? ¿No dio ninguna señal antes?

La realidad es que no dio casi ninguna, aunque ahora se están conociendo unos cuantos episodios. Él ha contado que a los nueve años fue violado por un enfermero durante una estancia en el hospital, algo que su familia no se cree. Dominique fue detenido en 2010 por grabar por debajo de las faldas de mujeres con un bolígrafo espía. Al carecer de antecedentes, solo tuvo que abonar una multa de 100 euros y continuar con su vida. Su ADN, ahora se ha sabido, apareció en el escenario de una violación cometida en 1999, en la que la víctima fue dormida con éter. Además, la policía intenta recabar pruebas para implicarle en el asesinato de una mujer de veintitrés años cometida en 1991.

¿Hay monstruos parecidos en otras partes del mundo?

El de Dominique Pelicot es un caso escalofriante, pero desgraciadamente no es inédito. Según un estudio publicado en 2022 por el Ministerio de Igualdad, un 6.7% de las mujeres españolas -algo más de un millón- han sido víctimas de una agresión sexual por parte de sus parejas. Es decir, la violencia sexual en el seno de la pareja existe, pero ni en España ni en el mundo hay un solo caso parecido al de Dominique, porque, además, por lo general, como vamos a ver ahora, los depredadores domésticos tienen como objetivos, casi siempre, a sus hijas.

El paradigma de estos monstruos es Josef Friztl, un ingeniero electrónico austriaco que ha pasado a la historia como el monstruo de Amstetten. Este hombre comenzó a abusar de su hija Elizabeth cuando esta tenía once años, pero en 1984, cuando la chica cumplió los dieciocho años y ante la amenaza de que se iba a marchar de casa, tal y como había prometido, Fritzl la encerró en un sótano que había construido unos años antes bajo su propia casa. Ese fue el hogar de Elisabeth y de sus seis hijos -tuvo siete producto de las agresiones sexuales de su padre, pero uno murió al poco de nacer- durante veinticuatro años, hasta 2008.

En esos veinticuatro años, mantuvo una vida absolutamente normal, sin levantar las sospechas de nadie. Nada más encerrar a su hija presentó una denuncia por desaparición y obligó a Elisabeth a escribir varias cartas a su madre en las que le pedía que no la buscasen. La hija nieta mayor de Fritzl fue quien puso fin a todo. Cuando tenía diecinueve años acudió al hospital acompañada de su abuelo y allí los médicos encontraron entre su ropa una nota de auxilio. Además, comprobaron que en el sistema no había ningún registro de la joven, como si no existiese. Avisaron a la Policía y allí terminó el cautiverio de Elisabeth y sus hijos.

Fritzl tiene ahora ochenta y ocho años, fue condenado a cadena perpetua y en los últimos meses ha comenzado a tener pequeños periodos de libertad. Su nombre y sus crímenes se han convertido casi en franquicia, en sinónimo de este tipo de criminales.

Hay varios Fritzl en distintas partes del mundo

Si todos los destripadores de Inglaterra desde la época victoriana son bautizados con el nombre de Jack del lugar que corresponda, también hay varios Fritzl en distintas partes del mundo. Hablamos del Fritzl polaco, un tipo llamado Mateusz que mantuvo encerrada en un establo durante cuatro años a una mujer a la que conoció a través de una aplicación de citas cuando ella tenía veinte años. Desde 2019, el hombre la mantuvo prisionera en el pueblo polaco de Gaiki, golpeándola, sometiéndola a torturas físicas y mentales, y violándola repetidamente.

Lo más sorprendente de este caso es que la mujer acudió varias veces al hospital durante su encierro con fracturas en distintos órganos, incluso para dar a luz a un niño que fue entregado en adopción inmediatamente. Pero nunca se atrevió a denunciar a su captor hasta que el pasado mes de agosto ingresó con un hombro dislocado y contó a otro paciente por lo que estaba pasando. Este Fritzl polaco acabó recientemente sus fechorías.

Hay varios más, pero nos vamos a quedar con el Friztl brasileño. Se trata de José Agostinho Bispo Pereira, un campesino acusado de abusar sexualmente de su hija, con la que tuvo siete hijos a lo largo de diecisiete años. Las agresiones comenzaron cuando la chica tenía doce años y la madre abandonó la casa familiar. Bispo alegó, al ser detenido, no saber que el incesto es un delito. Vivía con su hija y sus hijos-nietos en un remoto islote llamado Experimento, al que sólo se podía acceder por barco.

El caso se descubrió en 2010, cuando los vecinos denunciaron la situación de los menores. La policía llegó en tres canoas hasta el islote y descubrió a seis de los siete hijos-nietos, con edades comprendidas entre los dos y los doce años. La hija más pequeña, de dos meses de edad, había sido dada en adopción a otra familia. La policía encontró indicios de que las dos hijas, de siete y cinco años, también pudieron haber sido violadas por Bispo Pereira.

¿Hay monstruos mujeres?

Hay muy pocas mujeres que comenten este tipo de tropelías, pero existe el caso de una en concreto: Louise Turpin. Ella y su marido, David Turpin, recluyeron a sus trece hijos durante al menos veinte años en California. En enero de 2018, una de las hijas, de diecisiete años, escapó y contactó con la policía que, al entrar en la casa, encontró a algunos de los hijos en una habitación oscura y maloliente y a uno de ellos atado a la cama. Los trece hermanos tenían edades comprendidas entre los dos y los veintinueve años, y siete de ellos tenían más de dieciocho años cuando fueron rescatados.

Los testimonios de los hijos fueron terribles: el matrimonio encadenó y golpeó a sus hijos, permitiéndoles comer solo una vez al día y ducharse solo una vez al año. La mayor, una mujer de veintinueve años, pesaba solo treinta y siete kilos. Y lo peor de todo es que, aún hoy, cuando han pasado dieciséis años desde su detención, ni Louise ni David han dado una explicación a su comportamiento.