CON LUIS RENDUELES Y MANUEL MARLASCA

Territorio Negro: La estafa de los sicarios en la deep web

Luis Rendueles y Manu Marlasca hablan sobre los sucesos derivados de la llamada internet profunda, la conocida como deep web.

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ondacero.es

Madrid |

Marlasca y Rendueles hablan en el Territorio Negro de este martes de cosas que pasan -y han pasado hace relativamente poco- en la llamada internet profunda, en la Deep web.

Nosotros no navegamos por esas redes (al menos casi nunca), pero cuenta la leyenda que en la Deep web se venden cosas -llamémoslas- “ilegales” pero a la vez es un lugar donde campan a sus anchas los estafadores que son capaces de darte gato por liebre, sea cual sea la transacción.

Para ilustrar lo que decimos vamos a contar dos ejemplos recientes ocurridos en nuestro país y en la misma provincia: Pontevedra. Dos hombres procedentes de allí fueron estafados por la misma organización que ofertaba en la deep web ni más ni menos que sicarios, asesinos a sueldo, profesionales del crimen.

¿Un sicario para matar a quien tú le digas?

Las oficinas de sicarios están por todo el mundo, también en España, pero para llegar hasta ellas hay que tener ciertos contactos con el hampa, con los territorios oscuros. No conocemos ni un solo caso en España ni en ninguna otra parte de crímenes contratados a través de Internet.

Sí conocemos, en cambio, esos dos casos de los que os hablaba antes: dos hombres estafados por creer que en la deep web se puede contratar un crimen. Vamos con el último caso conocido. La Guardia Civil detuvo en Barcelona a un individuo de treinta y un años que pagó dos mil quinientos euros a una supuesta oficina de sicarios virtual para que rociase con ácido y dejase ciega a una mujer de Pontevedra.

Sí, este tipo de agresiones con ácido a mujeres con el objetivo de desfigurarlas son más propias de países musulmanes (de Pakistán, Bangladesh, Afganistán). Allí los llaman ‘crímenes de honor’.

Una de las cosas más sorprendentes de esta historia es la motivación, el móvil de este ataque. El hombre que encargó el trabajo no tenía relación alguna con la mujer a la que quería dejar ciega. Ella era la administradora de una comunidad de juego de rol online de la que él fue expulsado, acusado de llevar a cabo malas prácticas que incumplían las reglas de la comunidad. Este motivo, aparentemente trivial, fue suficiente para que este hombre buscase los servicios de esos sicarios online.

¿Cómo acabaron localizando y deteniendo a este individuo?

El cabreado jugador de rol había recurrido a una página alojada en la deep web llamada Internet killers. Como veis, no se complicaron mucho con el nombre. En esta página se ofertaban sicarios para cualquier tipo de trabajo, así que al hombre se le ocurrió que era una buena idea contratar allí a alguien para desfigurar el rostro de la mujer y dejarla ciega. Lo que no sabía el tipo es que detrás de Internet Killers lo que había era un grupo de avispados estafadores y, además, que la web había sido hackeada por un experto que tuvo acceso a todas las conversaciones que el administrador de la página tenía con todos sus clientes, aquellos que estaban interesados en encargar crímenes.

El hacker, en este caso un hacker bueno, contactó con un periodista experto en seguridad del Reino Unido, Carl Miller, y éste, a su vez activó una red de informadores de todo el mundo para avisar a las posibles víctimas y ayudarlas a denunciar.

Al menos para que supieran y dieran aviso a las autoridades de que había alguien que quería matarlas, y que estaban dispuestos a pagar por ello. En este caso del hombre de Pontevedra, según se veía en esas conversaciones, el contratante había pagado a finales de 2022 dos mil quinientos euros por el encargo de dejar ciega a su objetivo, vecina como él de esa misma ciudad gallega. Los pagos eran difíciles de rastrear, porque se hacían en criptomonedas, pero hace unas semanas la Guardia Civil acumuló pruebas para detener al autor del encargo en lo que llamaron operación Bodoque.

El otro caso

El otro iba más fuerte todavía, éste sí quería encargar un crimen. En octubre de 2020, un hombre residente en Pontevedra se puso en contacto con Internet Killers y dio todos los datos de Ana, su expareja: su dirección, las dos pescaderías en las que trabajaba, sus horarios y el modelo, la matrícula y el color de su coche. Quería que la matasen, aunque a la hora de hacer la comanda pidió que preferiría que el sicario simulase un accidente de coche. El encargo se iba a ejecutar en una semana. El demandante pagó unos trece mil euros en bitcoins a los administradores de la web.

Esto no se cumplió. Este hombre contactó con los mismos estafadores que el jugador de rol, pero como cualquier otro buen timador, se dieron cuenta de que podían sacar más dinero a su víctima, así que le aseguraron que el trabajo era complicado y que tenían que contratar a un sicario premium: un exmilitar que mataría a Ana en un par de días. Eso sí, la tarifa subía a otros cinco mil dólares. Y, no, tampoco este sicario existía y afortunadamente Ana sigue viva.

Al autor del encargo se le detuvo muy poco después, a finales del año 2020. La Guardia Civil le intervino un ordenador y un teléfono móvil, ambos encriptados, que siguen sin poder estudiarse. Pero el hombre cometió un grave error: había abierto la cartera digital con la que pagó a Internet killers con la dirección del correo electrónico del negocio que regentaba, una prueba más que evidente de su implicación.

El desenlace en los juzgados

La jueza no creyó que su expareja representara un peligro real para Ana, al ser la web un fraude, y lo dejó en libertad horas después. La Guardia Civil le aconsejó que pidiera una orden de alejamiento, pero también fue rechazada por una razón sorprendente: el algoritmo del sistema viogen determinó que como hacía más de cinco años que habían terminado la relación, Ana ya no estaba en riesgo.

Más de cuatro años después, y tras varios archivos, la Audiencia Provincial de Pontevedra ordenó que se reabriera el caso y que se practicaran más diligencias, como el desencriptado de los dispositivos de la expareja de Ana, que se ha encargado a la Universidad de Santiago. Es uno de los pocos casos descubiertos por este hacker, que son unos 175 en todo el mundo que aún no ha llegado a juicio.

Los encargos en la darknet

Todo los que se vende por la red, por la convencional y por la oscura, debe ser remitido de alguna manera. Es decir, lo tienes que recibir por servicios de correo o de paquetería. Y estas compañías tienes sus sistemas de seguridad, sus escáneres, que detectarían armas cortas o largas casi de inmediato y lo denunciarían a las autoridades. Así que un arma montada no se puede comprar.

Otra cosa es que en esa darknet se puedan adquirir, eso sí, piezas sueltas de armas. Hay expertos que modifican en sus talleres armas de coleccionista inutilizadas para reconvertirlas en armas capaces de disparar con normalidad. Y eso se hace cambiando piezas –cañones, agujas percutoras, correderas- que sí se venden en Internet.

Por supuesto que se venden cosas ilegales, principalmente drogas, aunque en pequeñas cantidades. Nadie negocia un contenedor con mil kilos de coca en la deep web. Se venden, como mucho, diez o quince gramos de cocaína, speed, meta, keta, tuci y unos centenares de pastillas, nunca cantidades mayores. Esta droga, como decíamos antes, se envía a través de servicios de paquetería.

Y hay algo muy sorprendente. Como en Wallapop, en Airbnb o en muchas otras páginas de compra-venta, se puede calificar al vendedor: puntuarle con estrellas y opinar sobre la calidad de su producto, la rapidez de la entrega, las condiciones en las que llega la mercancía. Los vendedores con más prestigio incluso devuelven el dinero -una parte, nunca todo-, si la droga no ha respondido a las expectativas del comprador. Lo que no aceptan, como es lógico, es que le devuelvan la mercancía.

¿Y algún otro sector que haya triunfado?

El sector con más éxito, sin duda, es el de la venta de paquetes de tarjetas de crédito. Ese mercado se lleva la mayoría de las transacciones que hay en la deep web. Los piratas informáticos que logran hacerse con datos bancarios venden paquetes de entre mil y cien mil titulares de tarjetas de crédito. Cuantos más datos lleve el paquete (cuentas asociadas, DNI de los titulares, domicilios), más caro se cotizará y, sobre todo, cuanto más frescos sean los datos. Si el asalto informático ha sido hoy, mañana esos datos serán muy caros, pero en un mes se habrán depreciado mucho porque los titulares de las tarjetas han tenido tiempo de anularlas.

Y hay un sector en la deep web que ha crecido mucho en los últimos tiempos, que preocupa mucho a los investigadores y que habla de la condición humana: los abusos por streaming, en directo. Tengo a mi disposición un menor y abuso de él en directo, ante una audiencia dispuesta a pagar por ello.