Comenzamos temporada y estrenamos también sección de crónica negra. Aunque, en realidad, es una de las secciones más veteranas de la radio. Manuel Marlasca y Luis Rendueles han estado 16 años -desde enero de 2008, en la primera temporada de la segunda época de Julia en Onda Cero, a junio de 2024- hablando de crímenes, delincuentes e investigaciones policiales en 'Julia en la Onda'. Juntos han publicado un libro, 'Territorio Negro. Crímenes reales del siglo XXI' (Planeta, 2022).
Esta temporada estarán en 'Más de uno' todos los lunes, después del boletín de las 11.00 de la mañana.
Para la primera historia en 'Más de uno' nos hablan de fugitivos. De fugitivos y de cómo la policía trabaja para encontrarlos y para detenerlos, sí. El Grupo de Localización de Fugitivos tiene tres armas para detener a personas que no quieren ser encontradas: una es la pelea, otra la constancia y otra la imaginación. Que muchas veces tienen que echarle mucha imaginación.
Manu Marlasca cuenta que el año pasado detuvieron a 390 personas, más de uno al día. Seguramente hoy habrán detenido a alguno, suelen hacerlo a primera hora de la mañana, porque los fugitivos no son muy de madrugar y suelen estar poco despiertos.
La historia que nos cuentan Manu Marlasca y Luis Rendueles en el primer Territorio Negro en 'Más de uno' es la de un tipo al que detuvieron hace poco, un par de meses, y que llevaba escondido casi nueve años.
El 26 de diciembre de 2015 un matrimonio va en su coche por el barrio de Vallecas, en Madrid. Conduce el hombre, que tiene un roce sin importancia con otro conductor, un chico joven. La cosa se calienta un poco, los dos implicados se bajan, discuten. Y el otro conductor, el joven, va al maletero de su coche, saca una daga y apuñala al hombre varias veces en el abdomen. El hombre queda gravemente herido en el suelo, su mujer trata de ayudarlo y poco después lo llevan, entre la vida y la muerte, al hospital Gregorio Marañón. Mientras, el agresor se esfuma a toda velocidad.
Hubo testigos de la agresión que aportan datos que sirven para identificar plenamente al autor. Es un chico joven, se llama Antonio, vive en Vallecas. A sus 18 años ya ha tenido algún tropezón con la policía por delitos contra de salud pública (el eufemismo para hablar de drogas) y también por conducción temeraria. Incluso por maltrato animal.
Antonio ya apuntaba maneras, pero éste es su delito más grave. Como ocurre tantas veces, los malos tienen madre. Y la madre de Antonio acude a hablar con la jueza. Sabe que están buscando a su hijo y le promete que se va a entregar, le pide que le dé unos días para que arreglen unas cosas y le da su palabra de que su Antonio se entregará. La jueza digamos que tiene corazón y acepta.
Antonio se convierte en fugitivo de la justicia. Su víctima, que tenía graves lesiones en el hígado, salva la vida milagrosamente, pero Antonio está acusado de tentativa de asesinato. Su rastro se pierde, se esfuma. No tiene trabajo, no cobra ayudas ni subsidios, no tiene coche ni casa ni nada a su nombre. No acude al médico, no renueva el carnet de identidad, ha dejado a su antigua novia, su madre y sus familiares no le envían dinero a ningún sitio… Antonio es alguien que vive fuera del sistema, una sombra.
La primera pista fiable buena sobre su paradero, llega en el año 2021, más de cinco años después de la fuga de Antonio. Los investigadores del Grupo de Localización de Fugitivos siguen de cuando en cuando a los familiares de Antonio. Y una mañana ven a uno de esos familiares con un carrito de bebé dentro del coche. Tiran de ese hilo y descubren que hay una chica madrileña, de su barrio, de la que dicen por ahí que es la nueva novia de Antonio, y que van en serio. Tanto, que han tenido un bebé, por eso lo del carrito.
Los policías creen que el fugitivo no puede estar muy lejos de su novia y de su hijo recién nacido. Sospechan que anda oculto en algún lugar de la Comunidad de Madrid, pero no logran dar con él.
La clave estaba en vigilar los movimientos de la madre y de la novia, también los del bebé. Pero no hay envíos de dinero ni visitas que puedan ser descubiertas. Hasta finales del año pasado, en 2023, cuando los policías que vigilan a la madre del fugitivo, a su novia y al recién nacido, también por redes sociales, descubren una buena noticia.
No había duda de que la novia del fugitivo estaba embarazada, porque la policía comprueba que la chica ha colgado en un perfil de redes sociales la imagen de una prueba de embarazo, de un Predictor. Tiene dos líneas rosas. Es decir, la chica va a ser madre otra vez. La mujer no tiene pareja nueva y los policías creen que sigue su relación con el fugitivo, aunque nunca los han descubierto juntos, ni siquiera cerca. Uno de los investigadores se acuerda de la frase que decían entonces para motivarse: “El Espíritu Santo no la habrá dejado embarazada dos veces”.
La joven acude al juzgado en Madrid, también a varias citas médicas para controlar su embarazo y ver que todo va bien. En ocasiones lo hace acompañada, pero nunca por el padre de las criaturas. Ni en la ecografía, ni tampoco durante el parto.
Ese dato del segundo embarazo se une a que los policías han descubierto que la abuela, la madre del fugitivo, tiene vínculos con un pueblo de Extremadura. Es un pueblo pequeño al sur de la provincia de Cáceres que se llama Miajadas, cerca de Trujillo. Viven allí unas nueve mil personas.
Es la pista que tienen, así que los policías acuden sobre el terreno. No es fácil de vigilar la zona. La casa que tienen en el radar es una casa baja. No nos dejarán contar cómo hicieron las vigilancias ni de qué se disfrazaron esta vez. A veces se han hecho pasar por repartidores de Amazon, reparadores de antenas, incluso con un camión de bomberos siguieron a fugitivos… Diremos solo que las vigilancias dan su fruto porque ven en el pueblo, a 300 kilómetros de Madrid, a la pareja del fugitivo. Y otra vez, con un carrito de bebé, un carrito nuevo.
Después de ser madre por segunda vez, la mujer vuelve de nuevo a Miajadas. Allí, en aquella casa baja, hay un inquilino misterioso, un hombre que apenas se asoma a la calle. Cuando el hombre sale, deja la puerta entreabierta, para volver rápido. Siempre lleva gorra, gafas y barba. Es Antonio, el fugitivo desde 2015. Cuando huyó de la justicia tenía 18 años; ahora tiene 27 y es ya padre de dos hijos.
Los policías fotografían a ese hombre misterioso en una de sus breves apariciones. Y la jueza autoriza a entrar en la casa para detenerlo. Hacia las siete de la mañana del 20 de junio, alguien irrumpe en la casa de la calle Maura, en Miajadas. Y, como diría ese investigador exigente, esta vez tampoco es el Espíritu Santo. Son policías del Grupo de Fugitivos, también de Cáceres y de la Unidad de Intervención (UIP). Ponen con rapidez los grilletes a Antonio y se lo llevan para tratar de evitar que su mujer y sus hijos sean testigos de ese momento tan violento.