Conviene no confundir los ámbitos, conviene no confundir el papel que le corresponde a cada uno y conviene no confundir al personal.
Esta bronca con que se ha iniciado la carrera hacia las urnas, que en términos pugilísticos cabría presentar como 'Decreto-Man contra la mejor amiga de Mariano', es decir, Pedro SánchezcontraAna Pastor Julián, no parece que vaya a tener mucho efecto en el ánimo de los votantes —tampoco es un tema del que se discuta acaloradamente en los bares— pero sí sirve para recordar qué tarea le corresponde a cada una de las instituciones. Y qué significa que un presidente de gobierno disuelva anticipadamente las Cortes.
El ministro Ábalos, siempre atento (como debe ser) a las garantías constitucionales, proclamó ayer que el gobierno es legal, es legítimo y actúa conforme a la ley. Menos mal.
El gobierno, en efecto, es legal y es legítimo. Sánchez nunca ha sido un okupa, por más que una parte de la oposición y de la prensa le haya colgado esa etiqueta. Pero que sea un gobierno legítimo, y que vaya a seguir siendo gobierno hasta que haya uno nuevo, no significa que haya que aplaudirle el abuso del decreto ley para intentar reformar, en el tiempo de descuento, las leyes. Esto es lo que el gobierno pretende: que se modifiquen normas legales antes del 28 de abrily aun con el Parlamento ya disuelto. Por el bienestar, dice, de los españoles. La mesa del Congreso ha pedido criterio a los letrados porque no ve claro qué pasa si algún grupo quiere enmendar lo que el gobierno propone en lugar de convalidarlo sin tocarlo, sí bwuana. Y el gobierno se sube por las paredes porque dice que se le cuestionan sus funciones y que Ana Pastor Julián es… ¿cómo dijo ayer Adriana Lastra? eso una hooligan.
Ay, las elecciones. Se le está olvidando al PSOE en su argumentario sobre esta bronca este elemento clave: que están convocadas unas elecciones. Y que las ha convocado Sánchez. El presidente de día y candidato de noche volvió a repetir ayer en Ávila, mitineando, esta falacia que él presenta como una elección obligada.
No, hombre, no. Usted tiene otra opción, que de hecho es la que ya escogió: disolver las Cortes y convocar elecciones. No se trata de que de aquí a entonces no haga nada. Se trata de que haga lo que le corresponde hacer al gobierno, que es gobernar, y deje la reforma de las leyes para el Parlamento que salga de las urnas. Porque el que había hasta ahora quien lo ha disuelto es usted.
Pensemos en esto. Es Sánchez quien ha admitido que el Parlamento estaba agotado y que era hora de darle la voz al pueblo soberano para elegir uno nuevo, ¿no es eso? Es él mismo quien admite que hace falta un Congreso de los Diputados nuevo. Pues eso eso. Que espere a que lo haya y que sea el Congreso quien legisle.
Con el decreto ley lo que está intentando Sánchez es legislar él. No gobernar, sino cambiar las leyes. Alegando una urgencia que no es tal y en un Parlamento del que él mismo tiene dicho que ya completó su tarea. Por eso lo disolvió.
Para gobernar están las medidas que le corresponde tomar al Ejecutivo dentro de sus competencias. Para cambiar las leyes, lo suyo es esperar al Parlamento nuevo. Lo sabe Ábalos, tan celoso del juego limpio, y lo sabe el presidente. Porque ya lo sabía cuando era Simplemente Pedro. Just Peter.
El relato. Delcoronel Pérez de los Cobos. Frente a la narración de los procesados y sus afines, que habla de un oasis de paz y democracia —primero de octubre— salvajemente atacado por policías ansiosos de darle con la porra a todo el que votara, la narración del máximo mando policial designado por la fiscalía para asegurar que los tres cuerpos policiales (Mossos d'Esquadra, policía nacional y guardia civil) impedían que el referéndum ilícito se celebrara.
El relato del coronel es, en el fondo, el reconocimiento de un fracaso. La orden judicial que había que hacer cumplir era que no se abrieran los locales públicos y no se colocaran las urnas, y hubo locales abiertos, urnas abiertas y miles de personas votando.
El relato del coronel es el de un mando engañado, o estafado, por uno de los cuerpos que tenía que impedir que hubiera referéndum. No uno cualquiera: aquél que en primer lugar estaba encargado de hacerlo y el que más efectivos tenía. Naturalmente, los Mossos d'Esquadra. Cuyo superior operativo, el famoso comisario Trapero, y cuyo jefe político, el consejero Forn, fingían colaborar para hacer cumplir la orden de la juez Armas —locales precintados, urnas requisadas— pero estaban, en realidad, trabajando para que el referéndum se celebrara.
El relato del coronel es el de un hombre al que se la colaron. Que hasta la misma mañana del uno de octubre no comprendió que la deslealtad iba mucho más allá de las desgana. El operativo diseñado por Trapero consistía en desperdigar a los mossos, de dos en dos, para que visitaran amablemente los locales ocupados por activistas del referéndum, informarles de que estaban haciendo un acto ilícito, aceptar con una sonrisa que les dijeran que no pensaban moverse y rellenar un papel explicando que habiendo tanta gente, con mayores y niños, no procedía hacer más para no estropear la convivencia ciudadana. O sea, todos (ocupantes y parejas de agentes) representando un paripé.
Fingiendo que informaban a los ocupantes, lo que hacían los mossos era sugerirles qué tenían que hacer y decir para que ellos, por no romper la convivencia, se marcharan. Luego ya vino la decisión de enviar a la policía y la guardia civil a hacer lo que los mossos no habían hecho (precintar locales, requisar las urnas) recurriendo a la porra para abrirse camino cuando algún grupo de amables ciudadanos impedía el paso.
Aquellos tiempos de la audacia. Cuando se le buscaban las vueltas a un auto judicial para incumplirlo mientras se presumía de acatarlo. Si la gente va a los colegios a encerrarse y a colar por la puerta de atrás las urnas, qué vamos a hacer nosotros, sino preservar, señoría, la convivencia.
A los efectos que interesan en este juicio, el testigo coronel declara que los procesados eran conscientes de que perseverar en el referéndum podía generar violencia y, sabiéndolo, perseveraron. Porque el referéndum era el camino para consumar la rebelión.
Quien más manoseó aquellos días el auto de la juez Armas para escudarse en que lo prioritario era la convivencia ciudadana fue Carles Puigdemont. El paladín de la convivencia ciudadana. Y el líder político que más contribuyó a quebrarla. Nada violentó más la convivencia ciudadana que su empeño en celebrar aquel referéndum por las bravas y su intento de tumbar la Constitución y el Estatuto. Puigdemont hablando de convivencia es una broma de mal gusto.