VÍDEOS | OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El riesgo que corre ahora mismo el PP es estrenar su democracia interna con un mal parche"

Tres palabras: hacer el ridículo. Las ha pronunciado uno de los espontáneos que se lanzó a la carrera de suceder a Rajoy. El diputado por Ávila, García-Hernández. Joserra, como pidió en este programa que le llamara todo el mundo. Joserra, el concursante al que nadie esperaba.

ondacero.es

Madrid |

Ser el menos conocido de los caballos que compiten, no haber tenido mando en plaza y no militar en la órbita de ninguno de los popes del partido debe de darte una libertad para decir las cosas con todas las letras que los demás, al parecer, no practican. Porque Joserra ha sido el único que se ha atrevido a decir en voz alta lo que vienen diciendo muchos dirigentes de su partido no ya en voz baja, sino utilizando el lenguaje de signos para no comprometerse más de la cuenta. Hacer el ridículo. Ése es el riesgo que, un mes después de perder el poder y una semana después de que Rajoy se marchara a Santa Pola, corre ahora mismo el PP. Estrenar su novedosa democracia interna directa con un planchazo colosal, por utilizar una palabra muy del gusto del ex presidente.

El lunes se acuerdan que le preguntamos aquí a Dolores de Cospedal cuántos afiliados tiene su partido…

…y qué habríamos de pensar si habiendo sido convocados a elegir nuevo presidente se escaquearan la abrumadora mayoría de ellos de tomar parte en el proceso. Si, por ejemplo, sería razonable pensar que los 780.000 militantes son un número inflado…

Porque el PP sostiene que los carnés están ahí, que las altas y bajas se inscriben religiosamente y que si dice tener casi 800.000 afiliados es porque los tiene. Si no se quieren apuntar para votar, pues qué se le va a hacer. No pueden ser obligados. ¿Cuál sería un número de participantes razonable en un proceso como éste?, le preguntamos a la aspirante a presidir el partido.

El mayor posible. A ver, el mayor número posible en un partido de 780.000 afiliados es 780.000 votantes. Ayer por fin se animó el PP a contarnos cuántos militantes se han inscrito para la votación de la próxima semana y resulta que no llegan a 70.000. El cálculo, conservador, a la baja, amarrategui, que estaba haciendo la dirección era de un 10 % de la militancia. Dices: poca cosa al lado del 80 % que votó en las primarias a muerte del PSOE. Pues no ha llegado al 10 %. No llega ni al 8 % de la afición (digo de la afiliación).

¿Tiene sentido que sólo ocho de cada cien militantes del partido tenga interés suficiente en elegir líder como para pasar el trance de ir a apuntarse para votar?

• Hipótesis A: que la del PP sea la militancia menos participativa de la Europa Occidental. Afiliados espectadores que tienen el carné por tenerlo, no porque se sientan actores protagonistas de la vida de su organización ni quieran serlo.

• Hipótesis B: que el PP no tiene 780.000 afiliados reales. Que hay ochocientas mil personas que alguna vez se apuntaron, alguna vez, y que se han desenganchado del partido pero siguen constando ahí como activos. Aparecen como dentro pero están fuera. No se dieron de baja pero como si lo hubieran hecho.

Vendría a ser el PP, en esto, como la Iglesia católica en España, ¿no? Creyentes, muchos; practicantes, bien poco. Bautizados, una legión. Participantes en la vida de la parroquia, cuatro gatos. Fieles que han dejado de sentirse parte de la Iglesia pero no han hecho el acto de apostasía. Ya no van a misa, ya no les interesa lo que dice el cura, ya no están pendientes de los obispos como sus referentes morales, pero en la lista de bautizados sí aparecen.

Joserra pide que se aborte la operación "o te inscribes o no votas" y se permita a cualquier bautizado (a cualquiera con carné del partido) meter su papeleta en la urna.

Un intento a la carrera para evitar que el jueves de la próxima semana sean poco más de cincuenta mil los votos que se repartan entre seis candidaturas. Quien gane qué va a tener, ¿el apoyo de veinte mil militantes? ¿Para un partido que representa a ocho millones de votantes?

La crisis aguda que atraviesa el PP va más allá de haber perdido el gobierno. La catarsis es completa porque esto sí que va a ser una refundación. Traumática. En ausencia de liderazgos sólidos, en ausencia de debate ideológico sincero, en ausencia de horizonte claro y en ausencia, también, de su legendaria multitud de afiliados. Una refundación fallida si nada más producirse se revela como un salir del paso provisional. Del primer ejercicio serio de democracia directa puede acabar saliendo un mal parche.

Cambió el Gobierno y cambió la disposición a trasladar a los reclusos etarras a cárceles del País Vasco. La vieja pretensión de la llamada izquierda abertzale, la salmodia que ha venido repitiendo año tras año, durante décadas, el PNV, se hará realidad en los próximos meses. El presidente inesperado, Pedro Sánchez, aprobará el cambio de cárcel para los etarras. ¿Su argumento? Un hecho objetivo, que ETA se ha disuelto, del que él extrae una conclusión legítima pero no obligatoria: que la banda criminal a la que pertenecían estos tíos ya no existe y que, por tanto, no hay razón para mantenerles alejados de la tierra en cuyo nombre mataron tanto (y a tantos) en Euskadi y fuera de Euskadi.

Sánchez no se oculta. La decisión la tiene tomada y lo que pide es que se asuma con naturalidad sin convertir este epílogo de la lucha contra ETA en motivo de discordia. Las asociaciones de víctimas reclaman claridad: porque el ministro Marlaska les dio su palabra de que los traslados se estudiarían caso por caso (examinando si se cumplen todos los requisitos) pero del anuncio del presidente se deduce que va a ser un cambio de cárcel general para todos ellos. Y también, porque el hecho de que ETA se ha disuelto puede ser utilizado para evitar a los etarras el trago de tener que repudiar a la organización criminal en la que militaron.

Hoy lo explica el diario La Razón: hasta ahora para acceder al acercamiento tenían que renegar de ETA y comprometerse a colaborar en el esclarecimiento de los casos pendientes; ahora que ya no hay ETA no tienen, en realidad, que hacer nada concreto ni poner nada de su parte. El anuncio de Sánchez es claro y hace bien en no andarse con ambigüedades. Lo siguiente es explicar qué condiciones concretas va a establecer el gobierno para que cada uno de los reclusos sea trasladado. Es competencia del gobierno, es potestad del gobierno y por ello es el gobierno el que tiene que explicar de qué depende.