Monólogo de Alsina: "Luto para una familia numerosísima: los miles de españoles que reíamos con Forges"
Mañana de ausencia. En la que están de luto los Blasillos, las viejas del pueblo, los náufragos, los jefes, los funcionarios, las Conchas y los Marianos.
Esta madrugada se ha muerto Forges. El humorista. El viñetista. El periodista. El creador de palabros, de personajes, de situaciones.
Todo eso fue en sus cincuenta años de cita diaria con los lectores, de cita semanal con los oyentes, Antonio Fraguas. Que fue Forges porque firmar con su nombre los dibujos críticos era contraproducente. Y porque pesó la madre.
Y ganó Forges, porque Fraguas en catalán suena así.
Y así empezó. La carrera profesional del humorista gráfico.
El pasatiempo de dibujar personajes y situaciones se convirtió en una forma de ganarse la vida. Y de ganarse lectores. Y de ganar popularidad.
Hoy está de luto una familia numerosa. Numerosísima.
Porque los Fraguas son nueve hermanos.
Y porque los miles de seguidores que tuvo Forges lo sentían como alguien de la familia.
Esto es lo que tienen los hábitos cotidianos. Esas cosas que hacen otros pero que forman parte de la vida nuestra.
Abrir cada día el diario es un hábito que tienen, o han tenido, decenas de miles de españoles. Abrir el diario y buscar el Forges de hoy.
Hoy se publica su último dibujo. El mismo día de su fallecimiento.
Está de luto El País, en el que publicó durante tantos años (antes El Mundo, Diario 16, Informaciones, Pueblo), y está de luto la radio, porque Forges fue hombre de radio. Como oyente, cada día, era su manera de conocer lo que pasaba ahí fuera. Y como colaborador de programas de radio. Convertido en señoría del humor en el mítico En El Debate de la Nación con Luis del Olmo.
Aquel grupo de genios que reunió la radio: Mingote, Gila, Chummy Chumez, Tip y Coll, Ussía.
Forges en la radio. Primero con Luis. Luego con Gemma Nierga. Y luego en los fines de semana de Radio Nacional con Pepa Fernández.
Un artista, un periodista, un hombre ocurrente, agudo, con ingenio, afable y que le caía simpático a todo el mundo.
Se murió Forges.
Hoy ha salido el sol a media asta.
Parafraseando a Chesterton. ¿En qué consiste el periodismo? En contar que han retirado una exposición de Santiago Sierra a personas que no sabían que Santiago Sierra expusiera.
Santiago Sierra es un fotógrafo que fue Premio Nacional de Artes Plásticas en 2010. No es un desconocido en su ámbito profesional aunque sí es bastante desconocido el mundo de la fotografía artística por el común de los ciudadanos. Desde ayer, mira tú por donde, es un poco menos desconocido.
A veces un artista tiene la fortuna de tropezar con un burócrata más papista que el papa. Un burócrata que le hace el favor de censurar su obra. Disparando, así, su popularidad y dotándola de un valor que hasta entonces no tenía: el de la transgresión, la osadía, la ruptura. Al cabo de cuatro meses escuchando en boca de decenas de dirigentes políticos, portavoces de asociaciones, artistas más o menos afines a la causa independentista que Junqueras y los Jordis son presos políticos (aunque no lo sean), llega un fotógrafo, titula así la galería de reclusos por los que siente simpatía (Junqueras, los Jordis, los de la paliza a los guardias civiles de Alsasua) y en Ifema le regalan nada menos que una censura.
• "El último tango en París" nunca habría sido en España el mito que fue de no haber sido prohibida por la censura.
• "La última tentación de Cristo" fue un acontecimiento porque hubo grupos ultras boicoteando los cines.
• Dan Brown nunca podrá pagarle al Vaticano la campaña de promoción que le hizo del "El código Da Vinci". Y María Magdalena, tampoco.
Retiran las fotografías de Santiago Sierra de Arco y lo que no pasaba de ser una anécdota se convierte en la expresión máxima de la intransigencia del Estado. La decisión es de la galerista que expone, Helga de Alvear. Pero urgida a hacerlo por el presidente de Ifema, González Soler. La torpeza —y la injusticia— de retirar una serie de retratos sólo porque el artista considera a Junqueras preso político. Oiga, que le considere lo que quiera. Como si le considera Juan el Bautista.
Siempre puede usted tomarse la obra como una parodia. O una ironía. O una ficción. Una ironía sobre la facilidad con que la gente se retrata colgándose a sí misma la etiqueta de preso político.
El debate sobre los límites de la libertad de expresión y del arte es apasionante. A menudo ayuda al debate preguntarse qué postura tendría uno mismo si la obra fuera similar pero distinta.
Por ejemplo, si en lugar de una colección de fotos de reclusos con el título "presos políticos" fuera una colección de fotos de los ministros de Rajoy y el título: "Salvadores de España".
¿Puede exponerse en Arco? Pues sí. Total, también es ficción.
O un busto de Rivera. Con el título "ídolo popular".
Un retrato de Pablo Iglesias. Título: "Enemigo del pueblo".
¿Habría habido polémica por su exhibición en una feria organizada por la administración pública? Sin duda. ¿Lo habrían retirado? No tendrían por qué. El artista puede plasmar lo que quiera mientras no delinca.
Yo no tengo duda, por ejemplo, de que Pablo Iglesias habría sido el primero en defender que se expusiera una fotografía suya que le llamara lo que no es. Porque ahí es donde uno da la medida de su coherencia: el artista puede ponerle a su obra un título que no se corresponde con lo que en ella aparece (sólo faltaba), una Feria pública no tiene por qué censurar esa obra y eso vale lo mismo para una obra que barre para un lado que para otra que barra para otro.
Y si usted se pregunta: ¿acaso se está politizando el arte? Pues le cambio la pregunta: ¿desde cuando el arte no es político?
Aquí un artista de otro género: Puigdemont, artista del fingimiento y la evasión. Escogió la impunidad judicial y, al hacerlo, se cerró a sí mismo la puerta de la presidencia. Esto es lo que, como les venimos contando hace dos semanas, tiene claro el PDeCAT, lo tiene claro Esquerra y han terminado por tenerlo claro también los puigdemones.
El grupito de fieles al prófugo (los que él metió en la lista electoral) no ha tenido fuerza suficiente para arrastras a los demás en su plan de desobediencia al Constitucional. Así que, como contó ayer La Razón y hoy replica un diario independentista, el habitante de Waterloo se prepara para entregar la cuchara. Sólo falta que anuncie de una vez en público que se resigna a ser embajador plenipotenciario de Freedonia en los bosques de Bruselas y se olvida de una vez de que lo hagan a él presidente.
Esquerra y el PuigDeCat han terminado de cerrar el reparto del poder en el nuevo gobierno —que es lo que les urge a los dos, recuperar el poder y el presupuesto— y se preparan para encender la chimenea con el humo blanco. El anuncio a la cristiandad de que a pope muerto, pope puesto. Es decir, quién es el elegido para sentarse en el sillón de presidente catalán un rato. Que ésta es otra: ayer ya contamos aquí, porque lo contaba La Razón, que el nombre que más papeletas tiene hoy es el de Jordi Sánchez, imputado por rebelión, en prisión preventiva y en vísperas de ser —seguramente— procesado. Si proponen a Sánchez, primera duda: ¿le autorizará Llarena a ir a su propia investidura? Porque si no le deja acudir, houston houston, vuelve a tener un problema.
Si no puede Sánchez, pues harán presidente a Turull. Que será investido y luego procesado, otro problema. Porque el procesamiento puede traer consigo inhabilitación para el cargo. Por eso ayer hablábamos de la presidencia rotatoria, o más bien, de una presidencia de relevos. Cada dos o tres meses, a investir a uno nuevo. Última esperanza del de Waterloo para seguir enredando.
No se apuren que en cuanto Puigdemont se aparezca en algún sitio para explicarnos a todos el reconocimiento que merece por este acto de generosidad histórica que supone dar un paso al costado para acabar con el oprobio del 155 y devolver a Cataluña el autogobierno —oh, capitán, nuestro capitán, siempre estaremos en deuda— no se apuren que se lo contaremos.
Entretanto, la vida sigue.
Y para dentro de dos jueves está convocada esta huelga inédita que convocan organizaciones feministas y a la que están llamadas todas las mujeres, se dediquen a lo que se dediquen, trabajen dentro o fuera de casa o dentro y fuera (que es lo que hacen nueve millones de mujeres todos los días).
El llamamiento es a parar para hacer visible cómo sería el mundo si las mujeres no trabajaran. Hacer visible todo lo que no sucedería, y no saldría adelante, si quedara sólo en manos de los hombres.
La iniciativa es rompedora y ha abierto camino al debate sobre qué hacer ese día. Se está produciendo entre mujeres de cientos de empresas estos días y está ganando presencia en el foro político. Podemos es el más partidario de la huelga, todo el día. El PSOE la respalda, pero prefiere sólo dos horas de paro. Ciudadanos no muestra el menor entusiasmo por la idea. Y el PP se sitúa claramente a la contra. Ayer abrió fuego en este programa la secretaria general del partido, Cospedal.
No tiene trascendencia para las mujeres. Es una cosa de élites feministas, dijo también el PP ayer, y no de mujeres reales. Que no están, según Hernando, para renunciar a parte de su salario por una huelga política como ésta.
Del "no nos metamos en esto" a la beligerancia contra la huelga feminista. ¿Está segura la dirección nacional del partido de que no tiene dirigentes mujeres que preferirían una posición más templada sobre este asunto? ¿Y que se plantean hacer algún gesto de simpatía a las demandas feministas?