VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 22/11/2018
Cuba se prepara para celebrar la llegada del avión presidencial español conPedro Sánchez a bordo, Pedro Sánchez Pérez. El el presidente cubano, Díaz Canel, ha despejado su agenda para poder dedicarle mañana el día a Sánchez. Y eso que la agenda de Díaz Canel, venga a recibir embajadores, es apretada.
Mientras Cuba se prepara para recibir a Sánchez (y quien dice Cuba dice el régimen cubano, el presidente puesto a dedo por Raúl Castro, Díaz Canel, y los burócratas del partido único, que son los únicos que van a poder contarle a Sánchez lo revolucionaria que les parece ahora la propiedad privada), mientras llega a Cuba, hablemos de la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.
Pero no de la de ayer. Hablemos de la del 21 de octubre de 2015. Cuando la comisión europea, como ahora, acababa de tirar de las orejas al gobierno de España por haberle enviado Rajoy unos Presupuestos increíbles.
Sin comentarios. Una mañana más, el ay que ver cómo hemos cambiado. En 2015, víspera de unas elecciones generales, el comisario Moscovici enfureció al gobierno de Rajoy por el palo que le pegó a su proyecto de Presupuestos. Enfureció a Rajoy y enardeció al Partido Socialista de Sánchez, que le hizo la ola al comisario, lo consagró como autoridad máxima para juzgar las cuentas del gobierno y llegó a pedir su comparecencia en el Congreso para que se explayara sobre lo poco creíble que le parecían las previsiones de ingresos y de gastos.
Nadie espera que el grupo socialista, Adriana Lastra, pida ahora que venga Moscovici a explayarse en nada. Como nadie espera que el Partido Popular desdeñe ahora el examen del comisario y proclame, como hizo Rajoy entonces, que a pesar de lo que diga el francés los Presupuestos españoles son gloria bendita, señora.
Al gobierno, es verdad, le llovieron ayer piedras de los técnicos de la comisión europea, de la OCDE y del Fondo Monetario Internacional. En resumen lo que dicen las tres instituciones es que la ministra Montero ha sido muy generosa consigo misma al calcular los ingresos del próximo año, que se ha quedado corta al calcular los gastos, que ha metido ahí medidas fiscales que ni siquiera ella sabe si van a ser aprobadas y ha construido, en fin, un hermoso castillo de naipes que ni siquiera sirve para cubrir el trámite.
Más castillo de naipes no puede ser porque ni hay proyecto de Presupuestos ni hay rastro de negociación abierta para que los haya. Triple aviso al gobierno: de la comisión, del FMI y de la OCDE. El ejecutivo tiene tan poco interés en hablar de sus Presupuestos que la ministra de Hacienda ya le ha dicho al Congreso que a ella no la esperen por lo menos hasta navidades. Con el turrón igual se anima a encontrar un hueco en su agenda y comparecer en la comisión de Presupuestos.
Triple aviso, como a Rufián ayer. Triple aviso y a la calle.
Esto fue lo nuevo de ayer. La expulsión del rey del gamberrismo parlamentario. Y el escupitajo del compañero de Rufián, un tal Salvador, que denunció el ministro Borrell y que Esquerra con gran afectación niega.
El resto tuvo poco de novedoso. Y tampoco se dejen confundir ustedes por los lamentos que ayer se escucharon en boca de políticos y comentaristas: ay, que espectáculo se está dando, qué mala imagen, que los ciudadanos nos disculpen. Ni caso. El acto de contrición dura lo que dure el día de hoy. Ni es la primera vez que al Parlamento se lo compara con una taberna (con todo el respeto a las tabernas), ni se hunde el país porque se digan barbaridades en la cámara (el estilo camorrista retrata al que lo emplea, como prueba cada semana Rufián), ni van a cambiar sus hábitos sus señorías. El Congreso no es una taberna, pero tampoco es un monasterio budista.
La presidenta Ana Pastor nos privó del final de la respuesta que Borrell le iba a dar a Rufián. Pronunció esta frase que ya se está esculpiendo en piedra en el patio del edificio:
Pero luego llegó el numerito rufiánico y la expulsión y la presidenta no dejó seguir al ministro. Prefirió asumir ella la palabra para decir lo penoso que le estaba pareciendo todo, lo machista que le resulta que la llamen institutriz y lo necesario que ella entiende que es borrar del diario de sesiones cada vez que se llaman golpistas o fascistas unos a otros. Se ha debido de quedar el diario de sesiones reducido a media cuartilla. Oiga, ¿y por qué hay que borrarlo? Si los oradores lo han dicho y no han querido retirarlo, que conste. Quien consulte el diario dentro de cincuenta años no entenderá nada si no sale Tardá llamando fascista a alguien.
De Rufián a estas alturas no hace falta decir gran cosa. Es como las plantas, necesita la luz para vivir, los focos de las cámaras. No le puso su partido ahí para enriquecer el debate parlamentario, le puso para armar jaleo y ser trending topic. Es más interesante hablar de su compadre, el diputado Tardá. Delegado de Junqueras en las Cortes Españolas. Porque Tardá, como Junqueras, tiene la habilidad de ser el que más tensa la cuerda cuando le parece conveniente y adoptar luego la actitud del pastorcito manso que predica la mesura y la concordia. Es decir, el bombero pirómano. O al revés, el pirómano que luego va de bombero.
El señor Tardá, que es como el niño de El Sexto Sentido pero en mayor y viendo fascistas —en ocasiones veo fascistas— habló ayer con Ana Pastor (la presidenta) para decirle que quiere hablar con todos los grupos parlamentarios para bajar la crispación, qué empeño tan hermoso. Ayer mismo, el señor Tardá recurrió a su registro tonal más pausado para presentarse ante la prensa, en compañía de toda la familia de diputados de Esquerra (y silenciando a Rufián) para hacer un burdo juego de ilusionismo. Que consiste en hace creer al público poco atento, diez minutos después de la macarrada máxima de Rufián, que son los demás grupos los que atacan constantemente a Esquerra y que ellos lo único que hacen es defenderse.
A ver, intentar convencer al personal de que eres un peluche teniendo al lado a Gabriel Rufián es como presentar una campaña contra el dopaje de la mano de Lance Armstrong. Un sindiós que resulta excesivo incluso para un tipo acostumbrado a la dramaturgia como Tardá.
Lo que teme Esquerra, y teme Rufián, no es la expulsión del Hemiciclo, es que le sus-pendan el salario.