Me temo que amanezco hoy con el pie de la impopularidad. Porque entre tanto mamporro (que yo también les suelo dar), me gustaría sacar algo de rostro por la clase política.
Vaya por delante que defiendo que este gremio tiene que estar por encima de la media en casi todo, sobre todo en ejemplaridad, en compromiso, en decencia, pero reconozcamos todos que a veces… no se lo ponemos nada fácil.
Creo de verdad que la inmensa mayoría cumplen con los requisitos básicos, la 'cosa pública' tiene esa dosis vocacional que suele compensar lo elemental: cuando un político lo hace bien, cumple con su obligación. Cuando la pifia, solemos ser inmisericordes.
Quiero que pensemos en lo que ganan, sin demagogias por favor, en lo que se les pide, en lo que se les escruta, en lo que luego tienen que hacer cuando abandonan un cargo, en el barbecho para muchos, en la rumorología, en sus relaciones personales y laborales.
Si este finde alguna o alguno confiesa en la comida familiar… 'papá, mamá, quiero dedicarme a la política'… lo primero que se extiende es el silencio, similar al de pésame. Ellos tienen que cambiar esta tónica… pero necesitan algo de nuestra parte.