En un mes, a ponerse gochos, a valorar lo que vale el cordero, la lubina y ese precio escandaloso de las angulas que sólo unos pocos privilegiados pueden poner sobre su mesa. Las rutinas y tradiciones se dan la mano en una época en la que desenfudamos la tarjeta un poco de manera desenfrenada.
Ayer, el Black Friday justificaba el consumo porque un producto con un 30% de rebaja es casi una obligación, pero lo imperativo este sábado es ubicar en nuestra memoria a 52 asesinadas. Insistir en que hay demasiada violencia machista, camuflada, silenciosa y hasta justificada.
Poner sobre la lista de tareas la vigilancia hacia los jóvenes: lo que ven, interpretan, dicen, amparan, siempre hay ayuda cerca cuando uno se descontrola y se olvida del raciocinio. Siempre estamos a tiempo de explicar, convenir y educar cuando lo que parece un detalle nimio es en verdad todo un síntoma.
Estamos con las luces, los adornos, los espíritus navideños, a ver si es verdad que nos regalamos un paquete de concienciación constante con un lazo de reflexión y soluciones. Disfrutemos mientras mejoramos.
