Es el primer gran órdago de Europa frente al mercadeo, a veces clandestino e incluso ilegal, de los datos que las grandes tecnológicas acaparan y revenden. Estamos viviendo todavía la resaca del escándalo de Cambridge Analytic y la fuga de datos de millones de usuarios de Facebook y en este contexto llega esta iniciativa que consta de dos normas. La primera es el Reglamento General de Protección de Datos, donde se obliga a las empresas a obtener el consentimiento expreso de cada usuario para que cualquier empresa almacene cualquier tipo de dato sobre él. Esto supone que la mayoría de webs de internet y redes sociales tendrán muchos formularios de consentimiento.
Y la segunda parte supone la obligación de todas las compañías de internet a recabar permisos a los usuarios por cada cookie que usen. Una cookie es una pequeña información que cada web que se visita deja en el navegador del ordenador del usuario, y que permite, de esta forma, al ser consultadas, saber toda la actividad del mismo. Una información que es oro puro porque permite saber que lee, que compra, que ve, incluso que vota, que religión sigue o sus gustos sexuales. Por lo que las empresas estará obligadas a proteger y evitar todo tipo de fugas de esos datos.
Europa amenaza con multas altas a quienes violen la ley. Hasta un 4% del volumen total de facturación, con un tope de 20 millones de euros. La verdad es que no parecen muy disuasorias para empresas como Google, Facebook, Amazon o Twitter que facturan miles de millones de euros.
En todo caso es un freno y límite a la gestión de datos. La nueva ley busca terminar con las autorizaciones genéricas y ambiguas, con textos infinitos que nadie lee. Ahora las peticiones tendrán que ser claras y comprensibles. Veremos qué pasa a partir del 25 de mayo. Porque de momento la batalla en sólo en Europa, pero se puede extender a todo el mundo.