Pero ¿cómo ha podido ocurrir esto? Facebook decidió hace tiempo eliminar el equipo humano que impedía que se convirtieran en tendencias aquellas noticias con credibilidad y origen dudoso. Para algunos esta intervención era una forma de censura. Y para evitarlo, cambiaron el factor humano por la neutralidad y transparencia que parecía garantizar un algoritmo.
Sin embargo, el algoritmo es lo que ha permitido que lo más llamativo y escandaloso, fuera o no fuera verdad, creciera de una manera exponencial. Esto ha sido aprovechado por muchos con intenciones no siempre loables. Por ejemplo desde webs creadas en Macedonia se generaban noticias falsas contra Hillary Clinton que luego se multiplicaban por la red.
Ahora Facebook reconoce que no funciona bien y que volverán a cierto control. Y además a quitarles la publicidad. Aunque, de momento, no dice que vayan a ser bloqueadas.
Algo que sí ha decidido hacer Twitter, que anunciaba también esta semana más facilidad y rapidez en su sistema de denuncia para poder bloquear y expulsar comportamientos que insultan o generan acoso.
Al final hemos aprendido, especialmente Hillary Clinton, pero no solo ella, que en una red social neutra los malos instintos se imponen.
Por eso es necesario el rigor. De las redes sociales, de los medios que publican y también de los usuarios. No todo vale. Ni siquiera en las redes.