En la economía digital, las tecnológicas con el dato dominan el comercio, la publicidad y las comunicaciones y relaciones on line de centenares de millones de ciudadanos en todo el mundo. Con los datos nos conocen mejor en nuestros gustos y acciones que nosotros mismos. Por eso es imprescindible la garantía del derecho a la intimidad y la privacidad de los usuarios.
Pero ¿qué ocurriría si esas empresas además fueran controladas por gobiernos nada democráticos? Pues que el control, además de económico, sería también social. Eso ocurre ya en China donde el estado controla todas las empresas tecnológicas desde buscadores a redes sociales o mensajerías. Y a través de sus datos están creando un sistema de "crédito social" en el que con la información de cada ciudadano, estos reciban puntos en función de sus comportamientos, servicios a la comunidad, premios. Pero también serán penalizados si tienen multas, impagos o actos incívicos. Y por supuesto, de lo que nadie duda, y todos temen, es que tendrán en cuentan también las opiniones en las redes sociales, o su nivel económico o su relación con el Partido Comunista o el propio Estado Chino.
El sistema determinará en función de esos puntos que los ciudadanos sean premiados o castigados. Las derivadas sociales, políticas y económicas que se abren son ilimitadas, pero todas tienen en común una premisa: la pérdida total de la libertad individual y democrática de los ciudadanos. Control físico y digital.
El Gran Hermano Chino dejará pequeño a Orwell.