Son lectores digitales. Todos leemos habitualmente en distintas pantallas: el ordenador, la tableta o el teléfono. Sin embargo hay una pantalla que no acaba de implantarse.
Me estoy refiriendo al libro electrónico. Hace una década ya del lanzamiento del Sony Reader la primera pantalla con tinta electrónica, que en seguida se vio acompañada del famoso Kindle de Amazon. Se auguraba una nueva forma de leer. Dispositivos capaces de almacenar miles de libros, con todo tipo de funcionalidad que enriquecía esas lecturas. Y más cómodos de llevar.
Diez años después, nos encontramos sin embargo, con que el libro electrónico no sólo no ha conseguido imponerse sino que en muchos mercados, sus ventas caen, mientras que las de papel suben. Y hasta los ebooks han sido superados por la lectura en móviles y tabletas.
Dicen los expertos que es el público de niños y jóvenes el que más prefiere el libro impreso porque buscan concentrarse y a la vez descansar de sus dispositivos digitales y de las redes sociales. En Australia un estudio realizado a mil niños entre 4 y 6 años terminó con dos conclusiones. La primera es que los niños que leían habitualmente, preferían casi siempre hacerlo en papel y dejaban de lado sus dispositivos electrónicos. Sin embargo la segunda era más preocupante, y era que cuanto más dispositivos tenían, menos les gustaba leer.
Yo creo que hay muchos encantos para preferir el libro de papel. Tocarlo, guardarlo, regalarlo. Pero ninguno tan bonito como ojear, descubrir y comprar un libro en una librería de las de toda la vida.