En Irlanda por dejar al descubierto 600 millones de contraseñas. En Turquía por exponer de manera pública las fotos privadas de 300.000 usuarios. En Canadá por negarse a cumplir las leyes de privacidad. En España por cruzar los datos privados de Facebook y Whatsapp. En Italia fueron diez millones de euros, la más alta hasta ahora en Europa, por la falta de trasparencia en el uso de los datos de sus usuarios sin su consentimiento.
Y en pocos días conoceremos la multa de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, que según algunos medios podría llegar a los 5.000 millones de dólares. La propia Facebook al presentar los resultados del primer trimestre comunicaba que había provisionado tres mil millones para la multa y que por eso sus beneficios solo eran de 2.429 millones de dólares. Es decir la multa siendo la más grande de la historia a una tecnológica le supondrían apenas los beneficios de un trimestre. Y vendrán más multas pero gana tanto dinero que ni afecta a su cotización.
Quizá por eso Chris Hughes, uno de los confundadores de Facebook con Marck Zuckerberg, escribía hace unos días en el New York Times que la única solución era dividir la empresa en tres, separando tanto Instagram como Whatsapp y dejando que Facebook volviera a ser sólo una red social.
Hughs acusaba a su exsocio de priorizar los beneficios por encima de la privacidad delos usuarios y personalizaba en Zuckerberg --que controla el 60 por ciento de las acciones—al decir que sólo él puede decidir configurar los algoritmos de Facebook para cambiar lo que los usuarios ven en su servicio de noticias o su configuración de privacidad. Un poder que en una sola persona asusta y es un riesgo como ya se ha visto con las fake news, para la democracia.