Quiero recordar a los supervivientes del Diluvio Universal. Creyeron que superada esa gran prueba que les había puesto Dios, podrían llegar al cielo si todos juntos construían una gran torre. Y empezaron a construirla en Babilonia, la ciudad que en hebreo bíblico era conocida por Babel. Una torre que llegaría hasta el cielo. Pero eso no le gustó a Dios que enfadado decidió confundir sus lenguas. Y al no poder entenderse entre sí, dejaron de colaborar y la construcción de la torre se paralizó. Cada uno hablaba una lengua distinta y esos idiomas se extendieron luego por todo el mundo.
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Madrid |
Hasta aquí la Biblia. Porque este origen bíblico de miles de idiomas y dialectos distintos, tiene sus días contados. Y ¿quién lo va a hacer? Google. Por supuesto. Hace unos días presentaba varios productos tecnológicos. Uno de ellos son unos auriculares muy especiales. Se llaman Pixel Buds y son capaces de traducir en tiempo real cuarenta idiomas distintos.
Parece de ciencia ficción. Se conectan por bluetooth con el móvil donde uno previamente ha descargado la aplicación con el idioma que necesita hablar o entender. Es tan sencillo como que el móvil escucha al interlocutor e instantáneamente manda la traducción a los auriculares. Y cuando él quiere contestar lo hace a través del propio altavoz del móvil. Un proceso que además lleva integrada tecnología de aprendizaje artificial con lo que va mejorando cuanto más se usa.
Un avance que puede ser revolucionario. No es la primera vez que se intenta, pero la potencia de Google y su división de inteligencia artificial puede ser decisiva para que nos olvidemos de aprender idiomas. Sería abrir fronteras y barreras y poder tener una comunicación global. Y además terminar con algo que para millones de españoles ha sido siempre como una pesadilla o una plaga bíblica: las clases de inglés.