Es la fuerza de las redes sociales. Su fuerza más oscura. Pero no es la única. Junto a la posverdad, tenemos ahora la poscensura. Un concepto que ha desarrollado el periodista Juan Soto Ivars en su libro "Arden las redes".
Con la expresión, "arden las redes", los medios encontramos la excusa para publicar las opiniones más viscerales que se gritan en las redes. Pero detrás, muchas veces hay auténticos linchamientos digitales, boicots y campañas de descrédito iniciadas desde perfiles anónimos que crecen y hacen que parezcan incendios, lo que no son más que opiniones que ni cuantitativa ni cualitativamente deberían tener la más mínima repercusión.
Es triste. Muchos creímos que las redes sociales podían ser campos abiertos donde todo el mundo tenía la posibilidad de ejercer su derecho a opinar libremente. Pero ahora, da lo mismo hablar de corrupción, Cataluña, fútbol, Venezuela o la tortilla de patatas sin cebolla. Surgen grupos que machacan e intentan callar esa opinión. Y no siempre son espontáneos. Muchas veces son grupos que bajo una bandera, sea la independentista, la ultracatólica, la futbolera, la feminista, la derechista, la podemita, la antirracista, la que sea, realizan acosos digitales de una gran violencia verbal. No hay leyes, ni jueces, ni árbitros que lo paren.
Y ahí nace la poscensura. El miedo a decir algo que no sea lo políticamente correcto o que pueda despertar a uno de esos tigres digitales. No hay tolerancia. Estamos creando redes sociales sin piedad y sin perdón.