Durante 22 días, el ex agente agonizó sin que los médicos dieran con el origen de su mal, hasta que enviaron una muestra de sangre a un ultra secreto centro de desarrollo nuclear que descubrió el letal y casi indetectable veneno. Hoy su viuda, Marina, se siente en parte satisfecha. Moscú siempre ha negado las acusaciones y a día de hoy nadie ha pagado penalmente por el asesinato del ex agente soviético.