Pablo Casado tiene muy difícil a esta hora aguantar al frente del PP hasta que la próxima semana se reúna la Junta Directiva Nacional. En su agonía mide fuerzas y estas le abandonan.
Le ha dimitido Belén Hoyo, una de sus colaboradoras del núcleo duro, Ana Vázquez, responsable de exteriores, Martínez Almeida como portavoz nacional, el grupo parlamentario le pide el cese del secretario general Teodoro García Egea y la convocatoria de un congreso extraordinario, paso previo para echarle.
El agónico Casado ve cada vez más espaldas de compañeros que le dan por amortizado. Pero sigue empeñado en la resistencia numantina en lugar de marcharse antes de que le fuercen a hacerlo. Porque ahora mismo es difícil explicar que lo que le mueve es su partido y no su propia permanencia.