Tras el bochorno vienen las justificaciones. La agresión homófoba de Madrid era falsa. Pero abandonen toda esperanza de que nadie del Gobierno, desde el presidente hasta el último de los ministros que agitaron la bandera de los únicos y verdaderos defensores del colectivo LGTBI se disculpe. Y no digamos ya que dimitan.
Ondear esa bandera era muy goloso porque de la tela de la infundada homofobia podían caer votos y supuesto barniz progresista. De hecho confían en seguir embadurnándose del tinte aunque sea con argumento cambiado. Que no, que no era por el chaval, que es que hay mucho delito de odio, dicen.
Miren, el denunciante, flaco favor ha hecho al colectivo homosexual y a cualquier víctima de delitos de odio siempre, siempre deleznables.
El presidente del Gobierno ha pecado de imprudencia y de oportunismo. Y el ministro de Interior, o no se entera de las investigaciones policiales de su departamento, o las conoce pero prefiere rentabiizarlas. Todo sonrojante.