Toda ecuación en la que entren independentismo y Pedro Sánchez es un despropósito. El presidente del Gobierno organiza una cumbre en Barcelona para mostrarle al presidente francés que todo está calmado en el proceso independentista y el president de la Generalitat les advierte a ambos que sigue aspirando a la independencia.
En la calle, gritos de traidor a Junqueras, que por cierto de los pocos que ha estado en la cárcel, por pactar con el PSOE. Y Sánchez que pretende seguir defendiendo que la reforma del Código Penal, acabar con la sedición o rebajar la malversación era para pacificar Cataluña. Pues esta vez el teatrillo presidencial ha resultado un bodrio.